José Jaramillo


Como no hay mal que por bien no venga, los maravillosos avances de la ciencia médica han aumentado la población mundial, especialmente los viejos, porque, paradójicamente, niños y jóvenes van en descenso proporcional, por la tendencia de las parejas a tener menos hijos; si los tienen. En las estadísticas socio-económicas se maneja una variable que se llama "expectativa de vida", que es lo que duran las personas en promedio. Ese dato les sirve a las compañías de seguros de vida para mover sus ofertas de mercado, porque, mientras más dure la gente, menores son las tasas por mil para los valores asegurados; y también puede aceptarse el ingreso de asegurados hasta más avanzada edad. Con esa información juegan los actuarios, para ofrecerles a los funcionarios comerciales de las aseguradoras mejores herramientas para conquistar mercados.
Para explicar la información estadística, a mediados del siglo XX la gente duraba en promedio 50 años; y actualmente ese indicativo está por encima de los 70. ¿Por qué? Porque los equipos de diagnóstico permiten detectar las enfermedades a tiempo para tratarlas; los químicos farmaceutas han explorado los elementos para mezclarlos en proporciones adecuadas para curar o prevenir enfermedades; las condiciones sanitarias son cada vez mejores, en agua potable, aseo, manipulación de alimentos y otros factores creados para mejorar la calidad de la vida; y la tecnología, en el transporte, las manufacturas y las comunicaciones, facilita los procedimientos laborales, para reducir el desgaste humano, lo que debe compensarse, para mantener un buen estado físico y mental, con las distracciones audiovisuales y el deporte.
Claro que otros factores juegan en contra de ese bienestar, como la polución y el estrés. La primera, generada por el irresponsable manejo que se les da a los recursos naturales, alterando el equilibrio biológico y sustituyéndolo con artificios; y el segundo, por el consumismo que ha esclavizado al hombre y lo mantiene con el pelo de punta, pensando en cómo va a conseguir con qué comprar todo lo que el mercado le ofrece. Entonces puede concluirse que el hombre moderno dura más pero más loco.
En un proceso que comenzó en los países europeos que registran los índices más altos de bienestar socioeconómico, los pueblos se están envejeciendo; y los niños son muy escasos. Tanto, que están "importando" jóvenes latinos, asiáticos y africanos, que trabajen para sostener a los viejos; y las parejas prefieren adoptar niños del tercer mundo, antes que meterse en el proceso de engendrar y parir. El fenómeno llegó hasta los países emergentes, al punto que se volvió común que se registren cumpleaños de noventa, cien y más años, en cuyas celebraciones aparecen en la foto los viejitos apuntalados con cojines, para que se sostengan derechos, y no se les caiga el biznieto que les ponen sobre las piernas. Dudoso privilegio ese de durar tanto.
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