José Jaramillo


Para entender las dificultades de lograr acuerdos entre colombianos, respetando los principios democráticos y la institucionalidad social y jurídica, es necesario adentrarse en la conformación étnica de la población; en la diversidad geográfica de un país dividido en por lo menos siete subregiones, de características climáticas y raciales variopintas; y en la confrontación de culturas, entre foráneas y vernáculas, agravada ahora por la agresiva globalización de las comunicaciones. Acometer la tarea de buscarle la punta a esa madeja es una aventura semejante a las que todos los días enfrenta el hermano Andrés Hurtado García, que cuenta con exquisita prosa en sus crónicas semanales, para envidia de quienes no se atreven a ir más allá del patio de su casa.
En foros con participación heterogénea, en los que se buscan consensos sobre asuntos de interés general, para darles visos democráticos a las decisiones finales, surgen propuestas y opiniones tan difíciles de conciliar como tratar de ajustar un dado en una arandela o tener quietos doce micos para tomarles una foto. Estas reflexiones surgen del foro realizado en Manizales sobre el proceso de paz que se adelanta en La Habana, presidido por Humberto de la Calle y Sergio Jaramillo, voceros del gobierno y negociadores; el académico Gabriel Cadena; Juan Carlos Arias, tratadista de derecho penal; José Wilson Ospina, víctima del conflicto armado; Nicolás Restrepo, periodista y moderador; y un auditorio de por lo menos quinientas personas, con voz para opinar, preguntar, proponer y refutar. El manejo que se le dio al foro, para que no terminara en una tremolina, hizo ver a quienes lo orientaban como a encantadores de serpientes, o ilusionistas, como el gran Houdini y David Copperfield.
De esos ejercicios de socialización de procesos tan complejos, vistos desde el otero de los años, con mente desprevenida y espíritu dispuesto para que se impongan los resultados que más convengan a todos los colombianos; en este caso la paz, surgen inquietudes trascendentales. Una de ellas, la complejidad multiétnica de estos países hispanoamericanos. Para comenzar, los aborígenes eran diversos: orfebres, agricultores, guerreros… Unos litorales, otros selváticos y los demás montañeses. La invasión europea blanca inicialmente trajo iberos, pero detrás de ellos, en pos del codiciado oro, vinieron anglosajones, galos, germanos… Después, el ominoso tráfico de esclavos importó negros del África; y, "para cuadrar el círculo", aborígenes, blancos y negros se mezclaron, lo que produjo mestizos, mulatos y zambos, para completar un despelote de etnias que conforman la idiosincrasia latinoamericana. Y a esta mezcla agréguesele después, como condimento exótico, árabes, judíos, chinos…
De todo lo anterior podía verse en el foro, adelantado en el auditorio de la Universidad de Caldas, donde cinco monitores y quinientos y pico de participantes, en lenguaje académico, o a los gritos, debatían ideas para que gobierno y guerrilla lleguen a un acuerdo para alcanzar la paz en Colombia. ¡Menuda tarea!
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