José Jaramillo


A pesar de las influencias tan agresivas que proporcionan la globalización y la tecnología de la informática, las comunidades conservan sus particularidades, que en lo positivo merecen conservarse; y también deben los asociados tener autocrítica, para ajustar lo que no proporciona una sana y productiva convivencia; es decir, cambiar, para acomodarse a las mejores circunstancias.
Jamás perderá vigencia la expresión de Heráclito (Éfeso, Grecia, 540-480 a.C.) “Todo cambia, todo se transforma”, que alguien (tal vez el mismo filósofo) explicaba diciendo: “Cada que vamos al río, ni el río es el mismo, ni nosotros somos los mismos”. Los criticones y fatalistas usan expresiones que se les vuelven recurrentes: “Este país está llevado”; “El gobierno no hace nada”; “Estos muchachos de hoy en día…”; “No hay como lo viejo”…; y otras de su estilo, pero jamás proponen nada positivo. Además, viven amargados, no saben sonreír ni entienden los chistes; y, por su expresión, parece que se estuvieran chupando un limón, pelando otro y mirando pa’l palo. Con esos no hay cambio posible.
Por el contrario, otros viven en función renovadora, creativa, como lo han hecho los grandes inventores, cuya tarea fue superar carencias propias, y de la sociedad, experimentando con una y otra cosa hasta descubrir aparatos o sistemas que solucionaron grandes problemas y revolucionaron las costumbres. Este aspecto positivo, adherido a la creatividad propia del ser pensante (el hombre), cada día avanza más, en la medida que el desarrollo de la tecnología fortalece el intelecto y ofrece más y mejores recursos para la innovación.
Ahora, como sucedió antes, muchos grandes capitalistas, conscientes de que “los ataúdes no tienen bolsillos”, como tituló acertadamente Bonel Patiño uno de sus libros, han resuelto destinar buena parte de sus patrimonios al patrocinio de la educación, la innovación y la creatividad, para apoyar a la juventud y competir en su reclutamiento con el crimen organizado, los vicios, la prostitución y la mala política. Y los medios de comunicación, y sus patrocinadores, al lado de tanta basura informativa, útil para vender jabones, medicamentos “milagrosos”, bebidas y cosméticos, se han dado a la tarea de descubrir y promover valores humanos, que buscan revolucionar el mundo desde la niñez, a través de la educación, el arte y el deporte; y a reconocer y apoyar los valores que tienen infinidad de personas consideradas “discapacitadas”, que demuestran que son autosuficientes y pueden ayudar a otros.
Cualquiera que se considere capaz de hacer algo que sirva para su propia realización laboral, y para mejorar procesos; que tenga una idea innovadora que perfeccione y agilice los sistemas; o que haya descubierto algo que contribuya a elevar la calidad de vida de las comunidades y a proteger el medio ambiente, está a un clic de conseguir apoyo para sus iniciativas. “Pedid y se os dará”, dice el Evangelio. Y otro más pragmático asegura que “pidiendo no se ha quebrado nadie”.
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