José Jaramillo


El señor Arthur Clarke dijo: "Mi definición favorita de intelectual es: Una persona cuya educación supera su inteligencia". Este aforismo explica la razón por la cual personas muy "estudiadas", o con "mucha escuela", dicen y hacen tantas tonterías, envanecidas con cargos de responsabilidad y mando, y cuando se les reclaman sus desaciertos invocan los títulos académicos que tienen, algunos otorgados por universidades extranjeras; los posgrados y maestrías que han cursado; los ensayos que prepararon para graduarse; y los reconocimientos que han merecido. Lo que, por supuesto, no disculpa sus errores; y, mucho menos, repara los daños. Una sentencia más elemental, pero no menos sabia, de mi amigo Ruperto Ospina, el filósofo de Manzanares, que invocaba cuando un alto ejecutivo cometía una chambonada, dice: "La inteligencia es una enfermedad, y hay gente muy aliviada". Estas reflexiones se orientan a tratar de esclarecer la razón por la cual ejecutivos, públicos y privados, cuando pretenden explicar sus errores, crean una maraña de argumentos, con la mayor cantidad de palabras, y un mínimo de razones claras, bajo el velo de cuadros, gráficos y argumentos cantinflescos, preparados por asesores, para que no trascienda su ignorancia, y los interesados se queden como el que se elevó y no volvió a caer: en las nubes. Entonces, algún guasón, cuando se le pregunta qué explicación tiene lo que el tipo dijo, contesta: "Pregúntele al Mono de la Pila", expresión muy usada en Boyacá.
En Tunja, en la salida para Duitama, hay un pozo, que data de los tiempos de la colonia, del que se abastecía de agua la población, cuya profundidad es un enigma. Todos los intentos de medición han sido inútiles, tanto que los tunjanos optaron por admitir que es insondable. Y al pie de ese pozo hay una estatua antropomorfa de identidad indefinida, seguramente inspirada en algún mito de los aborígenes de la meseta cundiboyacense, que se reconoce simplemente como El Mono de la Pila, al que hay que preguntarle la razón de lo que no se entiende, o no se sabe, para que los interrogantes se queden en incógnitas. Por ejemplo:
¿Quién dijo que un muchacho está preparado para ser ministro, por el simple hecho de saber inglés, haber estudiado en los Estados Unidos y el papá ser expresidente de la República?
¿Cuál es la razón por la cual un grupo político considera apto para gobernar una gran metrópoli a alguien por ser subversivo desmovilizado y parlamentario elocuente, valeroso para hacer denuncias de corrupción?
¿A quién se le ocurrió que Colombia es una democracia hereditaria, para que se le entregue la jefatura del Estado a un roquero mal estudiante, dicharachero y sociable, periodista farandulero, porque la esposa es de una familia muy rica, el abuelo fue candidato presidencial y el papá presidente? Pregúntenle al Mono de la Pila.
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