José Jaramillo


En una entrevista concedida a CM&, monseñor Luis Augusto Castro Quiroga, presidente de la Conferencia Episcopal, y pastor católico comprometido con la paz, con amplia experiencia en el tema, como obispo que fue de San Vicente del Caguán, reveló que, en una visita suya a La Habana, Iván Márquez, negociador de paz en representación de las Farc, le había dicho que "el proceso de paz es irreversible", autorizándolo para hacer uso públicamente de esa declaración. Es usual en la Entrevista con Yamid que se haga una encuesta con la teleaudiencia, para conocer su opinión acerca del tema tratado, cuyo resultado se difunde al final del noticiero. En este caso, la pregunta fue: ¿Usted cree que el proceso de paz es irreversible? Y la respuesta fue 50% Si y 50% No. Eso refleja que la opinión pública colombiana mantiene la polarización que se causó en las pasadas elecciones presidenciales, que, "pesos más pesos menos", está por mitad.
El asunto es preocupante, porque el proceso de paz, tal como está programado, incluye al final un referendo para que los colombianos ratifiquen o no los acuerdos finales. Esa figura de la convocatoria democrática, autorizada por el Congreso Nacional y ratificada por el Consejo de Estado, pendiente solamente de la sanción presidencial, ante la radicalización entre partidarios y opositores de la negociación con los subversivos, puede llegar a un resultado desfavorable, así sea por un voto. Lo que constituiría una victoria pírrica para los enemigos del proceso, a quienes interesa más el fracaso del gobierno Santos, que la paz como elemento para construir un mejor futuro para los colombianos. Razón tienen, entonces, quienes afirman que la paz debe hacerse primero con Uribe. Y en ese sentido hace gestiones el presidente Santos, con facilitadores tan eficientes y patrióticos como monseñor Castro, entre otros, porque temen que en un referendo fracase todo lo que se ha hecho con tanto esfuerzo.
Son tan absurdas las opiniones de algunos contradictores de los acuerdos de paz, que algunos, investidos, inclusive, con la dignidad de "padres de la Patria", argumentan que no hay con qué pagar el costo del posconflicto. Y presentan unas cifras astronómicas, inalcanzables, según ellos. A esos "iluminados" hay que preguntarles: ¿Si se ha financiado la guerra, no es posible financiar la paz?
Por fortuna, al lado de estas aves de mal agüero hay empresarios que, con sus propios recursos, ya están haciendo planes para financiar la absorción de la mano de obra que genere la desmovilización de guerrilleros; apoyar los proyectos productivos de los campesinos a quienes se les restituyan las tierras; recuperar la infraestructura destruida por el terrorismo; y fomentar la educación como generadora de bienestar y riqueza, evitando con oportunidades de trabajo bien remunerado el éxodo de los profesionales egresados. Por ahí es la cosa, y ¡cuidado con el miti-miti!
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