Leonardo Pineda


Leonardo Pineda
@leonardopineda
Creo que el cine es emocionante y emocionable; tiene la capacidad, como cualquier otra cosa en la que se cuente una historia, de permitirnos ir más allá de lo que los actores o el director nos quieren mostrar, y cada película la hacernos nuestra.
Se mezcla lo que vemos con lo que sentimos, de ahí que haya historias que para algunos generen interés y sensibilidad y para otros no. De esta manera podemos determinar que cada historia en el séptimo arte es diferente según el espectador que la ve. Confluyen factores generales e intrínsecos, de tal forma que la particularidad hace que las películas tengan características únicas para quien las ve. A pesar de ello, también se considera el cine como un lenguaje universal, la imagen es el fundamento y se apoya en otros factores.
Sin embargo, hay filmes que logran universalizar su cuento, de tal forma que generan un sentimiento predeterminado por el escritor o guionista. No es raro que en esa lista de películas que uno no conoce tengamos tantos dramas, porque esa lágrima cinematográfica es muy difícil de olvidar.
Por lo general, el público acepta las historias con las que se siente identificado con el personaje principal, sea cual fuere la motivación de este, y se apropia de su sentimiento o aventura. No conozco a nadie que haya dicho que le molestó El perfecto asesino (1994), de Luc Besson, protagonizada por Jean Reno y Natalie Portman, conmovedora historia contada de manera genial y que entra en las nuevas inolvidables.
Y qué decir de La vida es bella (1997), escrita, dirigida y protagonizada por Roberto Benigni. ¿Hay alguien que no guste o se conmueva con esta tragedia en clave de comedia? Una que no resisto ver, porque me conmueve hasta el tuétano, es la muy recomendada Yo soy Sam (2001) protagonizada por Sean Penn y Michelle Pfeiffer, abrumadora en todo el sentido de la palabra. Y le sumamos otra de Dakota Fanning en compañía de Denzel Washington, dirigida por Tony Scott, Hombre en llamas (2004).
Estas películas tienen algo en común, la presencia de niños como eje. Los niños son una imagen de vulnerabilidad, ante ellos todos los adultos nos sentimos responsables y de allí que sea tan identificable para cualquier ser humano lo que les pasa a los protagonistas de las anteriores reseñas.
Ahora está en cartelera local en Cinespiral una de esas que se queda en el corazón por siempre y es El círculo del amor se rompe (2012), originalmente llamada Alabama Monroe, película de Felix Van Groeningen, de Bélgica, nominada al Óscar en 2014 y con una historia que entre música y lágrimas cobra en el espectador tanto pedazo de alma que se hace inolvidable.
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