Víctor Diusabá Rojas


La corrida de Mondoñedo, seria y dispuesta siempre a pelear en los medios, pudo ser pero terminó no siendo por muchas razones, pero en especial una: porque en estos tiempos la toreabilidad no es un asunto elegible sino una obligación.
Entonces, ahí, entre embestidas descompuestas, medias arrancadas, puntas de violencia e incluso asomos de genio, las opciones de los toreros se fueron reduciendo hasta quedar en mínimos imposibles de alegrar a una clientela que, por segundo día consecutivo, estuvo a punto de llenar la plaza.
Apenas el quinto de la tarde dejó esa sensación de que había con qué construir una faena de estos tiempos. Y Guerrita Chico lo aprovechó desde los delantales que sacaron los primeros oles sentidos del festejo, hasta los pases en que la suavidad y la lentitud parecieron venir de otra tarde, mientras el toro metía por ratos la cabeza y se hacía boyante, más aún en comparación con la falta de calidad de sus hermanos. Una vuelta al ruedo, tras desaciertos con la espada, premió su labor.
El resto de esta segunda de abono estuvo cortado por la misma tijera. Ese restante del propio Guerrita, segundo, tuvo quizás unos raptos de claridad para deslizarse por el pitón izquierdo, que bien hubieran merecido más tiempo por parte del espada vallecaucano, pero ni así el de Mondoñedo hubiera trascendido.
A Sebastián Vargas le tocó abrir plaza con uno de todo el tipo del hierro de los Sanz de Santamaría y al que mucho le hubieran apostado por la estampa. Pero tan pronto le apareció el defecto de tornarse gazapón e incierto, esas acciones se vinieron al piso.
El otro, cuarto de la corrida, obligó a que el cucuteño sumara toda su enjundia al valor que lleva por bandera. El genio del toro se posó ahí, en la boca de riego, y una y otra vez recordó su presencia con miradas amenazantes, recortes intempestivos de los viajes tras el engaño y, en general, ganas de hacer algún daño. Sebastián ganó la pelea, así a los tendidos no le importara, como quedó claro cuando se refugió en el callejón, con el silencio como acompañante.
El tercero, para Fandiño, también desarrolló sentido. Sobre todo, cuando el de Orduña le propuso un trato en corto. No tragó el toro y sí tragamos nosotros con los apuros que se vinieron y que terminaron en dos avisos. La historia no quiso cambiar tampoco en el sexto, que eligió, como casi todos, al cruce de golpes a esa otra posibilidad de buscar medios más armónicos para alcanzar algún reconocimiento.
Apenas el quinto de la tarde dejó esa sensación de que había con qué construir una faena de estos tiempos.
Ficha de la corrida
Segunda corrida de abono, 61 Feria de Manizales
Seis toros de Mondoñedo, serios y bien presentados. Complejos y difíciles, a veces con genio, a excepción del quinto que tuvo movilidad.
440, 452, 456, 456, 500 y 454 kgrs
Sebastián Vargas
Azul marino y oro
Palmas y silencio
Guerrita chico
Azul celeste y oro
Silencio y vuelta al ruedo
Iván Fandiño
Pizarra y oro
Silencio tras dos avisos y silencio
Detalles,
Tarde fresca y plaza casi llena
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