Jaime Escobar Herrera


Plebiscito, polarizado, politizado y personalizado. Es el tema recurrente por estos días donde los colombianos manifiestan su sentimiento, sobre una decisión trascendental que pretende cambiar la historia nacional. Lástima que estas discusiones estén polarizando la población, las comunidades y las regiones entre el Sí y el No, utilizando publicidad dañina y perversa de un lado y del otro, poniendo a circular a través de las redes sociales toda serie de mensajes ofensivos, sembrando confusión y odio en personas anhelantes de paz.
Por otro lado, un tema que es de interés general, lo están enmarcando los partidos políticos como asunto de ellos, dándole un tratamiento de acuerdo a sus intereses y con un manifiesto oportunismo, buscando sacar réditos de un asunto tan sensible como es la búsqueda de la convivencia entre nuestro pueblo. Muchos confusos ciudadanos creen que la votación debe estar ajustada a la idea que apoyan los partidos de gobierno o por el contrario, la decisión al voto debe ser acorde con la postura de los partidos que hacen oposición al gobierno. Ninguna de las dos, la paz no se puede politizar, pues entraría a ser manoseada por intereses mezquinos y sectarios. No existe la razón para que en Colombia después de cinco décadas de conflicto, tengamos que votar si queremos o no la paz.
Y ahora el debate se personaliza entre un expresidente y el presidente de la República; con un tema tan crucial, van a dirimir viejos pleitos a través del tema de la paz. Lo grave es que mucha gente no va a votar a conciencia por la importancia que representa para Colombia lo que se va a decidir, sino que lo van hacer por solidaridad y simpatía con los protagonistas, no importando la conveniencia que tiene esta decisión, para los intereses de la nación.
Se especula mucho sobre los acuerdos de La Habana. Seguramente muchos aspectos de los allí tratados no son del agrado nuestro, pero debemos entender que son producto de un proceso de negociación entre un grupo de ciudadanos y exmilitares en nombre de Colombia con un grupo subversivo, no en condición de rendición sino de presencia armada activa, con gran capacidad bélica, arrogante por su privilegiado poder económico producto de los cultivos ilícitos y la extorsión. Esperemos que lo allí pactado conduzca a la tan anhelada paz y si las cosas no se dan, reformulemos caminos y alternativas que nos alejen de la guerra; pero por ahora démonos una oportunidad.
Después de tanto dolor y tanta sangre derramada, quedan jóvenes mutilados por la barbarie de la confrontación. Busquemos con afán que se silencien los fusiles, ofrezcamos una oportunidad para un pueblo como el nuestro que lo merece. Pero si decidimos lo contrario, preparémonos para aparecer como un país troglodita donde nos matamos los unos a los otros, donde mil oportunidades se pierden por la desavenencia y el poco entendimiento entre nosotros mismos.
Votemos el plebiscito, pero sin dejarnos polarizar por la posición que asuman los partidos políticos que lo apoyan o lo controvierten y sin que influya la posición de los Presidentes que han asumido el tema en discusión, como algo más personal que general.
Estamos en la mira de la comunidad internacional. Colombia es una tierra pródiga por donde se le mire; tenemos la oportunidad de reconciliarnos, zanjar las diferencias para corregir las razones que originaron esas desigualdades, no más espectáculos de odio entre hermanos de un mismo país, permitamos que las controversias sean solucionadas de una manera civilizada.
Un joven campesino de Boyacá sencillo y humilde pero cubierto de gloria como campeón de la reciente Vuelta a España, Nairo Alexánder Quintana Rojas, manifestó en el acto de premiación ante el periodismo internacional: “Colombia es un territorio de paz, de deporte y de amor”. Esta frase quedó resonando en todo el mundo, pero lo más importante es que llegue al corazón de todos los colombianos.
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