Todas las ciudades colombianas padecen diariamente el tormento de los huecos en calles y andenes. Es el producto de la carencia absoluta de las políticas de mantenimiento de los espacios públicos, que se construyen una vez, por lo general con pésimos materiales y casi siempre con peores contratistas, que no tienen en cuenta normas técnicas para el uso pesado, ni de resistencia de materiales, y no se les vuelve a hacer mantenimiento nunca.
En Bogotá la Policía, ante los reclamos ciudadanos, decidió ponerse a tapar huecos con los materiales que encontraba, pero la oficina encargada del cuidado de las calles les ha notificado que esa no es labor de ellos y que además tampoco lo saben hacer en las condiciones que se requiere.
Es el panorama que se observa en casi todas las carreteras y algunas vías urbanas, en donde muchos resuelven establecer como medio se subsistencia pararse al lado de un hueco, en donde hacen que echan tierra, para que los conductores agradecidos lancen unas monedas como retribución.
Pero la pregunta que nos cabe es ¿dónde están los responsables? Y además ¿a quiénes les rinden cuentas?
Recientemente un personaje ecuatoriano que visitaba el país y recorría algunas de sus ciudades, me decía "Este es el país de los baches" y la verdad que le sobraba razón. Nos estamos ganando un deshonroso título por culpa de todos aquellos administradores tortuosos e ineptos, que pareciera que no salieran nunca a las calles para darse cuenta del panorama que presentan.
Lo peor de todo es que la movilidad paga las consecuencias, pues es necesario disminuir constantemente las velocidades para poder esquivar los huecos que parecen cráteres; pero también es la causa de muchos accidentes que se producen al tratar de esquivar las hendiduras.
Es lamentable que lleguemos a estas condiciones que estamos viendo, en donde el estado de las calles dependa de los policías o de los desempleados que puedan hacerse a una pala y un bulto de tierra; y mientras tanto las enormes sumas que se pagan por el impuesto a los vehículos, y también por las sobretasas a la gasolina y por los peajes, no se ven por ninguna parte. Parece imposible creer que, al menos, las principales vías de las ciudades, no sean permanentemente monitoreadas para subsanar los deterioros que se presentan y para evitar que estos daños no se conviertan en situaciones casi imposibles de reparar, por la forma como abarcan trayectos de enorme consideración.
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