Tengo hoy la misma edad que tenía Orlando Sierra Hernández cuando hace 15 años, el 30 de enero de 2002, un sicario le disparó a quemarropa. Un acto bárbaro por cuya autoría intelectual fue condenado en segunda instancia Ferney Tapasco González, presidente y vicepresidente de la Asamblea de Caldas por casi 12 años a nombre del Partido Liberal.
“Orlando Sierra está vivo” fue la consigna que gritamos quienes salimos en ese entonces a marchar por lo que se entendió no solo como un homicidio sino también como un atentado a la libertad de expresión.
Orlando Sierra está vivo en sus escritos y por eso cedo hoy mi columna de opinión para que se lea la suya, ese “Punto de encuentro” valiente, que sigue vigente porque fue visionario, y también porque poco hemos cambiado: donde Orlando menciona unos apellidos, uno pone los actuales; cuando habla de elecciones uno piensa en las próximas. Casi todo sigue igual. Juzguen ustedes:
“Sería muy importante que los dirigentes nuestros pensaran con cerebro de manizaleños y no con calculadora electoral. Cierto que su triunfo no está precisamente para quedarse en sonrisas: pero si han de imponerle a la ciudad un alcalde, que por lo menos no sea alguien con un cerebro con cinco hemisferios: los dos naturales y los que interpretan los pensamientos y deseos de los senadores Yepes, Giraldo y Barco” (Urge un buen candidato a alcalde, abril 3 de 1994).
“Si son los Yepes tan brillantes, tan solventes profesionalmente, tan calificados, ¿por qué diablos no se realizan en el sector privado en vez de devengar a la sombra del erario? No soy antiyepista como podría aparecer. Soy “antinepotista”. (Lazos familiares, julio 16 de 1995).
“Hace rato que en Colombia no existe oposición política. Desde el inicio del Frente Nacional. Claro que tampoco existe mucha política pues las diferencias ideológicas desaparecieron entre los partidos y quedó para la escogencia de pertenencia el gusto cromático: azul o rojo. Eso es todo. Hace rato que al país lo divide el consenso. Acrítico de pupitrazo de emociones, para rodear, para sostener, para defender un consenso del estamento. Aquí la crítica es sinónimo de conspiración, de conjura, mejor la sonrisa condescendiente de la aceptación y participar de las dádivas del poder”. (Oposición conservadora: mamola, agosto 20 de 1995).
“Resultaría muy cómodo echar toda la responsabilidad de cuanto sucede a la clase política. La doble moral no solo está en servidores públicos, también abarcan amplios sectores de la sociedad (…) Es facilista y pusilánime una “indignación” que no pasa de una llamada telefónica a la dirección de un periódico. Por ese camino, tendremos siempre a los congresistas respaldando a éste u otros Tapascos” (A propósito del presidente de la Asamblea, marzo 17 de1996).
“Cuando se trata de festinar recursos, nadie es tan maniancho como el sector oficial. Y la explicación es simple: no le duelen. Tal es el caso del Concejo de Manizales. Acaba de nombrar un grupo de asesores y supernumerarios que es monumento a la desfachatez. En él, lastimosamente, tocan trompetas algunos periodistas”. (Esas cosas del Concejo, febrero 15 de 1998).
“Mucho dinero se ha movido para estos comicios. Dinero sobre todo. A montones, a raudales y en muchos casos gastado de maneras non sanctas. (…) Para comprender este hecho (el del dinero) he construido un axioma simple que permite entender buena parte del discurrir político actual: poder+dinero=elección. En el caso de Caldas, no cabe duda que por esta vía por lo menos cuatro senadores son fijos. Tienen dinero, burocracia, clientela, fondos de cofinanciación, alcaldes que les respaldan. Esa es la estantería en que sustentan sus curules”. (Apuntalemos la democracia, marzo 8 de 1998).
“La Asamblea de Caldas sin ir muy lejos es un reducto de inutilidad, un nido de democracia, una trinchera de politiquería. De modo que sobra. Como sobran todas, pues desde que entró en vigencia la Constitución de 1991 su papel es simbólico, aunque no así los ingresos de quienes la integran”. (Las asambleas y su inutilidad, mayo 2 de 1999).
“El personero de Manizales, José Octavio Cardona León, es igual. Un mandadero con título de abogado y cargo público (…) Él nunca ha trabajado como defensor de los ciudadanos, sino de los intereses de su jefe y su partido”. (Esos hacedores de mandados, octubre 1 de 2000).
“No nos engañemos. Lo que más preocupa a los congresistas es su reelección. Su afán no es buscar mejorar el país, sino seguir yendo al Senado o la Cámara, mantener la clientela y continuar con los privilegios y la corrupción. De modo que en rigor no son muchos los que buscan una curul para servir al país, como los que lo hacen para servirse de él”. (La pregunta por la paciencia, mayo 20 de 2001).
Como ven, Orlando Sierra está más vivo que nunca, muy a pesar de sus asesinos.
Orlando Sierra está vivo en sus escritos y por eso cedo hoy mi columna de opinión para que se lea la suya.
N. de la D.
Esta columna seguirá apareciendo los domingos, cada quince días, a partir del próximo 5 de febrero.
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