Fernando-Alonso Ramírez


Es una lástima que el oficio de opinar solo haya sido un libro de opiniones. Me dirán algunos que qué esperaba si obviamente la portada lo anuncia claro, 15 años de periodismo crítico. Otros me aportarán que no solo opina, que también tiene dibujos, pues El oficio de opinar se ilustra también con las caricaturas del mismo Caballero que desnuda a Colombia, desde su punto de vista.
Pero es que no trae ni siquiera una introducción de alguien que cuente de la importancia de este hombre de la élite colombiana dedicado a criticar a la élite colombiana, sin cedazo, de frente y con exageración. Tampoco trae un tratado sobre las claves para ser un periodista de opinión.
Puede que tengan razón mis críticos, pero para quienes hemos seguido la vida periodística de Antonio Caballero, ya conocemos sus columnas que, para sus detractores, son todas la misma columna. Al fin y al cabo quienes dirigen este país lo han maldirigido durante 200 años, más los virreyes y reyes y conquistadores y un largo etcétera, es decir más de lo mismo.
Así que ahí no hay sorpresa, pero sí un documento de contexto sobre la historia colombiana y sobre los grandes conflictos del mundo, con su mirada, la de un opinador profesional, de los que casi no quedan en los periódicos y revistas aquí ni en el resto del planeta.
¿Qué esperaba? Que se desarrollara ese tratado de periodismo de opinión que esPatadas de ahorcado en las últimas 30 páginas de las conversaciones con Juan Carlos Iragorri, todo un manifiesto sobre qué es un buen columnista de opinión y que no; quiénes aburren, pero dicen cosas y quienes divierten, pero no dicen nada; y quiénes son excelentes, pero no los lee nadie. Es ese maravilloso texto el que trae una confesión: "A mí me parece injusto que me critiquen por exagerar la crítica (...). Como desde niño he sido fundamentalmente un caricaturista, caricaturizo las cosas" .
Es verdad, su pluma es capaz de desfigurar cualquier cosa, con cierto sentido de realidad, pero también con tal sorna que algunos creen es exceso. Qué se puede esperar, el sarcasmo es un arma maravillosa contra los incompetentes que se han encargado de dejarnos este valle de lágrimas, desde los reyes católicos hasta Santos.
Así que si quieren encontrar aquí las claves de un columnista de opinión, deberán leer el hipertexto, hacerlo con el rigor de ver, no las columnas, sino las claves en las que fueron escritas, porque ahí están, pero no nos las da como recetario.
Al final del libro se recogen también unas columnas publicadas en la cultural y elitistarevista Arcadia, en donde de manera magistral describe fotografías, históricas y no tanto, pero cuyos retratos de esas fotos resultan mejores que las fotos mismas y tres artículos publicados en la revista Soho, dos banales y uno definitivamente maravilloso sobre la tauromaquia, en donde despierta toda su capacidad de observar y narrar. Es un texto que sirve para entender mejor este mundo nuestro, porque ante todo, Caballero, con toda su mirada de cascarrabias es un historiador y eso se nota en sus columnas, no por densas, sino por ciertas.
"Si un columnista no es leído, no existe", es otra frase de este columnista en Patadas de ahorcado. Él no tiene ese problema, no solo porque publica en los medios más leídos, sino porque ahora lo podrán volver a leer una y otra vez en este libro compilatorio y nada más.
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