Fernando-Alonso Ramírez


Decir sin decir. Ese es el encanto de la literatura erótica y su diferencia con la pornografía. Al menos así nos gusta pensarlo a quienes nos creemos con el don para descubrir esos matices. Las modelos, por ejemplo, lo afirman de varias maneras que son lo mismo: "eran fotos muy eróticas, nada vulgares" -léase pornográficas-. Ellas sabrán por qué empelotarse es distinto en Soho que en otro lado, si el objeto de deseo es el mismo. El erotismo depende también del ojo que mira. Es distinto para un voyerista que para una dominatriz, es muy diferente para una mujer que para un hombre, es distinto inclusive según la edad: una cosa es lo erótico a los 16 que a los 40 o a los 70.
La Universidad de Caldas presentó su colección Estados de Lujuria en la Feria del Libro de Bogotá. Son tres títulos, dos caldenses y uno vallecaucano. La edición es finamente ilustrada por Camilo Marín López, quien fue ayudado para Las vueltas del baile por Edward Muñoz.
Vamos por partes
Azul: La posada del almirante Benbow la conocimos por cuenta de la impresión de los textos ganadores de los Juegos Florales de Manizales en 1997, libro que reunió otros relatos de la autoría de Octavio Escobar Giraldo. Escobar juega con la magia de la literatura y hace realidad aquello de que un libro es diferente para cada autor. Se apodera de personajes de La isla del tesoro y cuenta historias desconocidas que permiten entender el relato original de otra manera y lo hace a través de cartas. Se adentra en la piel de una mujer inquieta por el deseo.
Púrpura: Jaime Echeverri, también manizaleño, nos presenta en esta oportunidad Las vueltas del baile. Para este maestro de autores hacer literatura erótica es de las cosas difíciles para los escritores. Él se arriesga y por eso en este texto maneja los secretos del deseo, de la intuición, de la condena. Un pequeño pueblo de pescadores en donde la piel de una mujer se pierde en otra. Un texto de violencias también contra las mujeres y que desnuda el machismo implícito en nuestras culturas.
Rojo: El caleño Philip Potdevin en tiempos de chats y mails recurre en Solicitación en confesión también al género epistolar para hablar de tentaciones. Qué mejor que las tribulaciones de un sacerdote que debe entender la lujuria de una mujer y, por supuesto, perderse por ella. Un cuento que se cifra en tiempos de virreyes y obispos mandamases, una tierna historia del pecado y del cuerpo. Una mujer que aspira a perversiones mayores.
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