Cada año es común, por esta época, que los columnistas de asuntos económicos aborden el tema del salario mínimo. Y este año no puede ser la excepción, como quiera que el ambiente está particularmente enrarecido por el menor crecimiento de la economía colombiana, acompañada de una inflación que por segundo año consecutivo será muy alta. Y súmele a lo anterior la reforma tributaria que pretende subir el IVA al 19%.
Pero lo más ‘simpático’ es que la discusión del salario mínimo cada año parece calcada del anterior. Por un lado, los empresarios cuidando sus costos; por otro lado los trabajadores defendiendo sus ingresos; y en tercer lugar el gobierno ‘cuidando’ la economía. Y como casi siempre sucede, lo más previsible es que el último día hábil del año, el debate termine con el salario mínimo fijado por decreto, con un alza que no deja contento a nadie.
Y no es para menos, con tres posiciones que distan mucho del consenso y que auguran un intenso debate con puntos de vista sensatos, independientemente analizados. Pero démosle una breve mirada al soporte de cada uno de los argumentos de las partes, para que nos formemos nuestra propia idea del asunto.
Y comencemos por los trabajadores. Razón les asiste en alegar que el costo de vida está por las nubes. El año pasado y éste, la inflación ha hecho de las suyas en niveles que no se veían desde el 2008. Y una inflación que ronda el 6% por segundo año consecutivo prende las alarmas, máxime con el anunciado incremento de 3 puntos del IVA.
Por eso los Trabajadores han llevado a la mesa de negociación un incremento del 14%. Y con sobrada razón argumentan que el salario actual no alcanza para comprar ni siquiera la mitad de la canasta básica familiar.
Ahora bien, del lado de los empresarios la argumentación gira en torno a una propuesta del 6,5 %, concordante con la inflación de este año que rondará el 6%, más una ‘ñapa’ por productividad. Situación que suena sensata, aunque podrían ser un poco más generosos con la ‘ñapita’.
Pero por el lado del Gobierno las cosas tampoco pintan fácil, con una Ministra a quien no le quedará fácil defender la posición oficial sin ponerse de parte ni en contra de los trabajadores o del gobierno. Confiemos en su sensatez y sobrada experiencia. Pero lo que sí está claro es la inconveniencia que alegará el gobierno frente a un alza desbordada del salario mínimo, pues como siempre lo ha expresado ello promueve a muchos empleadores a optar por la contratación informal y con ello ahorrarse los parafiscales. Este es el fenómeno al cual los técnicos llaman ‘destrucción de empleo’.
En fin, el debate apenas comienza. Pero si nos atenemos al tema estrictamente técnico y económico, las conclusiones giran en torno a lo mismo. Es decir que un alza desmesurada del salario mínimo trae consecuencias negativas para la economía y veamos porqué. En primer lugar porque genera más inflación, pues está demostrado que al existir mayor dinero en circulación y mayor capacidad de compra de los consumidores, los precios suben; y súmele a ello el alza del IVA al 19% como el anunciado esta semana cuyo efecto, quiérase o no, se hará notar también en la inflación.
Y en segundo lugar, un alza desbordada del salario mínimo disminuiría la capacidad de las empresas para contratar nuevos trabajadores, conllevando incluso a que muchos pierdan su trabajo; es decir que los únicos beneficiados con una ‘súper alza’ del salario mínimo serán los que logren conservar su empleo. Asi de simple.
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