Sonia Rocío de La Portilla


Las familias del siglo XXI como testigos y protagonistas de los vertiginosos cambios sociales, están viviendo momentos de incertidumbre, individualización, exclusión y un mayor riesgo de desintegración. Los conflictos y situaciones de crisis son el pan cotidiano, obligando a vivir la inmediatez, que en nada favorece el desarrollo y la trascendencia de sus miembros ni tampoco una acertada evolución social.
Sin embargo, a grandes problemas, grandes soluciones, las cuales requieren la intervención de todos en la resolución de los conflictos, comenzando por el reconocimiento de la forma en la que cada uno de nosotros estaría participando en el mantenimiento de los mismos. Es preciso apropiarnos de nuestras emociones y sentimientos, leyendo y trabajando para la sanación de los vínculos afectivos rotos través a través de la historia, descubriendo los intereses aparentes y encubiertos en cada acto y con cada miembro, por ejemplo del padre hacia la madre, o hacia sus hijos, de un hermano hacia los otros.
Como en el ejemplo de la partida de ajedrez, citada anteriormente, cada uno debería identificar qué jugadas realizadas (comportamientos) mantienen, potencian, favorecen o impiden los aciertos y los errores. Cómo éstas afectan las otras obligándolas a responder en consecuencia. En otras palabras, debería asumirse de una u otra manera, la participación y co-responsabilidad en los conflictos.
Todo tiene un propósito. Cada uno de nosotros, como una ficha del juego, podemos actuar sin sentido, o por el contrario, ser consciente y estratégicos en consonancia con los objetivos trascendentes para el bien común. Para lograrlo, es fundamental conocer dichos objetivos, tener claridad en las normas, acuerdos y respetarlos. Ante un comportamiento conflictivo o una crisis, cuestiónate: ¿a quién o a quiénes favorecen o perjudican? ¿de qué manera? ¿por qué? ¿para qué? ¿qué fin persigue? ¿quiénes lo propician o interfieren? ¿De qué manera? ¿Y tú, cómo participas?
Descifra, como en el cuento de la Caperucita, "quién juega el papel de víctima, quién, el de salvador, quién el del lobo, quiénes los espectadores; quiénes los guionistas o los directores? y para completar ¿Qué función cumple la historia para sus miembros?
Bajo esta metáfora, se puede comprender que el comportamiento de un individuo, afecta todo el sistema, y que siempre es posible transformar la historia, si se es consciente y estratégico para conseguirlo.
Psiquiatra psicoterapeuta infantil y de familia
Docente Universidad de Manizales
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