Sonia Rocío de La Portilla


Sonia Rocío De la Portilla Maya * smaya@umanizales.edu.co
Los recientes acontecimientos del proceso de paz en Colombia, han suscitado un sinnúmero de sentimientos y reacciones. Estos van desde la sorpresa, el temor, la alegría, la incertidumbre, hasta la reactivación de antiguos dolores dormidos.
Martín Berstain afirma que cuando se han vivido situaciones altamente estresantes o traumáticas, la reaparición de escenarios y narraciones en torno a dichas situaciones, supone una reexperimentación de las emociones y comportamientos procesados al momento de haber ocurrido los hechos.
No cabe duda que todo ciudadano de bien, anhela la auténtica paz. Ésta trasciende el territorio de las mesas sociopolíticas de negociación. Ahora más que nunca, el tema es asunto que debe comenzar por la sensibilización y la historia personal de todos y cada uno.
Es necesario identificar las heridas emocionales que el mismo proceso de negociación de la paz pudiese estar ocasionando, con el fin de buscar sanarlas, evitando caer en trampas humanas de venganzas, odios, exclusión o marginación que perturban el espíritu y mantienen el conflicto.
No se trata de volver patológico el dolor humano ni tampoco de legitimar como normal, el desgarro psicosocial del colectivo herido, ávido de reconciliación, entendido como proceso de sanación y perdón a largo plazo, reconstrucción de la confianza en sí mismos, entre vecinos y entre comunidades.
Existen otros factores que pueden poner en riesgo la paz y fomentar la violencia: “la polarización social y la mentira”, descritas por Miguel Baró. Se entiende por polarización social, las condiciones que llevan a dicotomizar un grupo poblacional en extremos: amigos-enemigos; buenos–malos. La mentira, por su parte, fractura la confianza y ésta puede ir desde, la corrupción de las instituciones hasta el ocultar parcialmente la verdad. También se puede dar el engaño y la manipulación del discurso público, negando, distorsionando o descontextualizando los hechos de la realidad, en favor de los intereses particulares de algún grupo de poder. Existe el riesgo de construir mensajes deformados: “el terrorismo o el crimen pagan”.
Ojalá se propenda por mantener el espíritu de la ley de justicia y paz: “una paz sin impunidad y una justicia sin negación de la paz”, dando así los primeros pasos hacia la reparación generacional: A partir de hoy en nombre de nuestros ancestros y extendida hacia nuestros descendientes.
* Psiquiatra psicoterapeuta infantil y de familia – Docente de la Universidad de Manizales.
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