Esteban Jaramillo

LA PATRIA | Bogotá

Las referencias de Javier Torrente hablan de su paso por equipos en Paraguay, Chile, Perú y Argentina. Su historial como entrenador tiene volumen, pero sus logros son pocos, sin contar los conseguidos a la sombra de Macelo Bielsa, estratega indiscutido, en diferentes lugares del mundo.

Lo más cercano a su nombre que había escuchado, el calificativo que en su lunfardo natal utilizan los argentinos con desprecio al vagabundo: atorrante.

Javier Torrente llega al Once Caldas erosionado en su interior, como en su momento Pékerman a la Selección, con aires refrescantes y apetitos de cambio. Su inicial objetivo, entrar en contacto visual con las aptitudes de los jugadores, a partir del próximo lunes, y lograr conexión inmediata con el grupo.

El Once no espera de él un encantador de la palabra, como lo fue Ángel Hoyos, e incluso Lillo en Millonarios, acostumbrados a la manipulación sagaz de las circunstancias adversas, a través de la oratoria.

Debe, de entrada, asimilar nuestra cultura futbolera, para adaptar la nómina existente a sus ideas, que, se asume, son las de Bielsa, conocidas y elogiadas. Imperativo es darle salud al vestuario, tan contaminado por jugadores que nunca entendieron como empujar el carro hacia el triunfo, en tarea colectiva.

Torrente no excluye en una realidad del fútbol, siempre de amores fugaces: así te estimen, algún día te despiden. Se conoce que en su credo es básico el respeto por la pelota, la defensa en ataque, la verticalidad asociada y la propuesta continua. Bielsa, su maestro, siempre privilegió la inteligencia creativa por encima de los pataduras.

No aventuro predicciones sobre su proceso y su futuro, aunque se ve su llegada como una saludable decisión. No olvidemos que entrenador sin jugadores está condenado al fracaso. Y que ser alumno de Bielsa no lo da, obligatoriamente, la mejor calificación.