Liset Espinoza
LA PATRIA | Manizales
El caficultor Aristóbulo Pulgarín siempre está listo para recorrer su terreno. Viste pantalón de paño oscuro, camisa de cuadros y un sombrero negro cubre su rostro de los rayos del sol. Su finca El Rocío, en la vereda El Nulo, en territorio montañoso de Marsella (Risaralda), está bañada por la cuenca del río San Francisco. Allí se desarrolla un proyecto agroforestal que consiste en incorporar árboles en cultivos cafeteros para acabar con la erosión por malas prácticas de uso de suelo y la destrucción de los ecosistemas.
Esta cuenca es importante, debido a que abastece de agua a cuatro municipios de dos departamentos y le sirve a la Chec como fuente de energía. Según Jaime Andrés Alzate, ingeniero Forestal encargado de los predios de Chec en Caldas y Risaralda, es fundamental mantener el recurso hídrico en excelentes condiciones. “Sobre todo en una comunidad tan cercana a los predios de Chec, por eso venimos adelantando capacitaciones y visitas técnicas ambientales y sociales”.
Lo que más afecta a esta zona son deslizamientos, cambios climáticos y mal uso de los suelos que hacen que la tierra pierda sus nutrientes y, por ende, que la producción en la localidad se vea disminuida. Caldas y Risaralda, departamentos que comparten la cuenca, se unieron desde febrero pasado para mejorar la parte ambiental y la calidad de vida de la comunidad. Por eso crearon un comité directivo con Ecopetrol, Chec, Corpocaldas, Carder, la Sociedad de Mejoras Públicas de Marsella y la corporación Aldea Global.
279 mil 294 habitantes conforman la población de los municipios que hacen parte de la cuenca. Algunos transitan el mal estado de la carretera en los coloridos yips para llegar a sus trabajos y a medida que avanza el pedregoso camino se distraen hablando con pasajeros y observando el verde de las montañas. De esta población, solo 16 mil 400 se beneficiarán del acompañamiento y la asistencia técnica, haciendo que la producción sea una alternativa en términos ambientales y económicos.
Antonio Alexánder Rozo Pérez, ingeniero agrónomo de la Fundación Pangea, dice: “se les capacitará en distancias de siembra, cantidad de abono orgánico que deben de aplicar, manejo de plagas y enfermedades y, por último, cómo deben de hacer la distribución espacial del cultivo que tienen establecido”.
Esta zona es rica en café, caña y misceláneos, los cuales ocupan el 75 por ciento del territorio, siendo el grano la base de la economía. En lo pecuario, con pastos manejados, pastos naturales, mejorados y arreglos silvopastoriles tienen un 12 por ciento, y en sus bosques de guadua, naturales y plantados, un 11 por ciento.
Por la carretera amarilla por el polvo, don Aristóbulo les muestra a los habitantes de su localidad y a los representantes de las entidades cómo su finca tiene sembrados nogales, chachafruto, frutales y maderables.
El señor comenta: “sembré árboles retirados de la carretera para que cuando pase la maquinaria no me los dañe”.
Los predios de Danilo Mesa, habitante de la comunidad, también se favorecieron gracias a la visita de la corporación Aldea Gobal. “Este proyecto me dio una donación de árboles frutales como mandarinos, naranjos y aguacate, mientras que para las tomas de agua, un nacedero y chachafruto”. afirma mientras se acomoda su gorra azul.
Los métodos
La parte alta de la cuenca comprende las veredas El Nudo, San Andrés y Sinaí, también de Marsella. En esta última se ubica el vivero comunitario Semillas de vida, a cargo de 15 personas. Allí hay variedad de material vegetal para sembrar.Lo que se busca es que cada árbol se integre a las áreas de producción agrícola, ya que trae beneficios en términos de conservación de suelos, regulación hidrológica, conservación de flora y fauna y en el cambio climático ayuda con las capturas de CO2.
En la cuenca media, de la que hacen parte las veredas San José, en Marsella, y El Trébol, en Chinchiná, trabajan con trinchos, los cuales son construidos con guadua y ayudan a estabilizar taludes y a disipar la energía de un cauce de agua. En la vereda Guacamayo, que hace parte de la cuenca baja, también aplican este método.
Para Arbey Alfonso Acosta, funcionario de la Carder, autoridad ambiental en Risaralda, este proyecto es importante porque apunta a tener una alternativa de producción para la comunidad, y agrega que “al mismo tiempo permite tomar medidas de adaptación a los cambios de temperatura, tanto en épocas invernales como en las de verano”.
Cada dos meses el comité técnico se reúne con la comunidad para hablar sobre los avances, inquietudes y problemas identificados durante el proceso. La semana pasada el encuentro fue con los habitantes de las veredas de la cuenca alta, quienes han avanzado en soberanía alimentaria, debido a que gran parte de la localidad ha incorporado en sus cultivos especies como el chachafruto y cítricos, lo que implica que existan alternativas en la producción.
En las primeras reuniones, la idea principal fue impactar en la parte alta y media de la cuenca, debido a los conflictos en el uso de suelo, problemas de deslizamientos y malos manejos en las aguas. “Ahora la comunidad tiene la voluntad de recuperar especies que se habían dejado de trabajar, la población ha tomado consciencia de que no solo se debe tener café sembrado”, afirma Carlos Andrés Gil Franco, coordinador de Gestión ambiental de Marsella.
Lo importante es sacar adelante el proyecto y llevarlo a otros municipios para trabajar en la conservación del medio ambiente. Según la representante de Ecopetrol en Caldas y Risaralda, Doris Vásquez, lo particular de la gente es su interés por conocer y aprender del proyecto.
Ella concluye: “se ha recuperado la unidad de la comunidad, se piensa en lo ambiental y en la recuperación de las parcelas, utilizando las herramientas y los profesionales que nos ayudan a mejorar”.
Otras voces
Para Epifanio Marín Ríos, ingeniero forestal de la Carder, la cuenca es muy importante porque es una generadora de energía y no representa problemas por suministro de agua. “Se están trabajando todos los componentes, la comunidad puede participar y aprender de nuevas metodologías que hacen que se sienta en la capacidad de prevenir erosiones”.
Gilberto Santa Arias, habitante y representante de la junta de acción comunal de la vereda Sinaí, de Marsella, manifiesta que “este proyecto es muy bueno porque nos enseña y ayuda a la comunidad a que conviva con la naturaleza”.
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