ÓSCAR YHONY RESTREPO AGUIRRE
LA PATRIA | PÁCORA
Nuestra cédula de ciudadanía, utilizada en lugares distintos del país, no es más eficiente que la de decir que somos “matracas”. Este es nuestro patronímico o remoquete, ya lo dije: la mejor identificación. Ya verán ustedes cuál es la verdadera historia de la famosa y legendaria Matraca pacoreña.
Corría el año 1888 y hacía 8 meses que el padre Silverio Adriano Gómez había llegado a Pácora como cura párroco. Este noble y casto sacerdote, tan entusiasta como él solo, tuvo la idea de concebir el instrumento para llamar a los fieles a las actividades religiosas, utilizado como pregonero de la voz llamativa del nuevo párroco.
Ocurrió, entonces, que este cura concibió la idea de hacer un cajón resonante, el cual se lograría con algunos hierros adheridos al cajón, los cuales, al ser estrepitosamente sacudidos contra el cajón, azotarían la madera, causando un impresionante ruido que alentaría los oídos de los fieles fanáticos y místicos de aquella época.
La idea fue lograda, siendo materializada por don Sinforoso Valencia, quien confeccionó el inmenso armatoste, sin barniz ni pintura y con un asidero en la parte superior para suspenderlo y otro en la parte inferior para estremecerlo.
Matraca.
Quedó este aparato bautizado Matraca y era de un tamaño monumental tanto que en aquella época solo había una persona que la tañía en la forma como el cura lo había concebido. Este personaje fue don Julián Marín, quien durante 50 años trastornó los cerebros de los niños, con el estampido de los goznes contra el cajón, lo mismo que a los adultos, quienes se estremecían al escucharla. Era como la voz de mando del padre Silverio.
Fue esta la bocina de la iglesia, para anunciar cualquier manifestación religiosa, ya que en esta época no existían las campanas. Don Julián también aprendió a tañirla según el motivo, el cual era más cadencioso y sonoro en el Jueves Santo, más fúnebre para el Viernes y más alegre para el Domingo de Resurrección. Esta Matraca perteneció a la época de la colonia, como el testimonio más antiguo de toda nuestra trascendencia.
La Matraca está en las procesiones, alentando a los feligreses.
Retumbó tanto tiempo, que su traca-traca que se incrustó en la sensibilidad de nuestros antepasados y su repicar no lo olvidaban en su trayecto, convirtiéndose en un tonificante esplendoroso de autenticidad y de divulgación, creándose así la trascendencia hasta nuestros días, traspasando barreras invisibles como el tiempo, materiales como la parroquia, dándonos el prestigio de nuestro remoquete como codificación de nuestra provincia.
Hoy por hoy la tradición sigue intacta, no tocada en tantas efemérides de Semana Santa, sino también convirtiéndola en el sonajero de las fiestas del agua cada año cuando desde la alborada hasta el día final se siente este repicar y trac trac ta en las cantinas y casetas de Pácora.
Así es que cuando escuche la palabra Matraca no se le olvide que está refiriendo también a un pacoreño de pura cepa que no le molesta ni que le llamen “matraca”.
Campanas Juana y María.
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