Albeiro Rudas
LA PATRIA | Anserma
Luis Alberto Medina Rendón, de 62 años de edad, sacristán, conductor y empleado auxiliar del templo Nuestra Señora del Carmen, en Anserma, disfruta desde hace dos semanas de su pensión de jubilación. Por ese motivo y como una merecida despedida se celebró una eucaristía en agradecimiento al servicio que prestó en este templo durante 36 años continuos.
El saliente trabajador recuerda que llegó a laborar a la Parroquia en 1984, cuando la presidía el sacerdote Félix Ríos Montoya. Su primer trabajo fue el de sepulturero, labor para la que tuvo que aprenderlo todo, pues no sabía nada de esta materia. Permaneció a cargo del cementerio San Nicolás durante 20 años.
Comenta que en ese sitio le toco lidiar con borrachos en muchos entierros y recuerda el día que uno de ellos volvió en la noche, sacó el ataúd de la persona que había sepultado y dejó la mitad por fuera de la bóveda. Otra anécdota: recién empezaba en el cementerio y sucedió que unos restos traídos desde Medellín para un osario eran de un señor al parecer muy grande, tanto que la familia dice que al sacarlo de la bóveda”, aún no había terminado su proceso de descomposición y le sacaron a los huesos unas tres arrobas de tejidos.
Alberto -así, sin formalidades, lo llaman todos en el pueblo- madrugaba todos los días a tocar las campanas a las 6:00 a.m. y terminaba sus labores a las 9:00 o 10:00 de la noche, luego de hacer aseo y cerrar el templo.
Durante su tiempo al servicio de la Parroquia se caracterizó por tener siempre una sonrisa, ser amable y estar siempre dispuesta a servir a la comunidad. Por esto se mantuvo en el cargo con 12 sacerdotes para los que trabajó. Por esas cualidades, el padre Wilmar Hincapié lo trasladó del cementerio al templo para que se dedicara al oficio de sacristán, cargo en el que estuvo hasta el día de su retiro.
Durante los últimos 15 años, cuenta, asumió retos más allá de la función de sacristán: se les midió a las alturas y pintó el templo por dentro y por fuera, luchó junto con los párrocos por superar las humedades que presenta la edificiación por el deterioro del techo, fue también conductor. Está convencido de que con el proyecto que tiene el párroco, Diego Mauricio Blandón, la situación mejorará.
Anécdota
En el templo, un señor de la tercera edad tenía por costumbre apagar los velones y llevárselos, cuando el sacristán le reclamaba recibía insultos: "Hasta me sacaba una navaja, claro que ese señor venía a misa todos los días".
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