HELMER GONZÁLEZ
LA PATRIA | MANIZALES
El picador rompió la roca y vio venir el agua. Gritó: "Salgan, salgan". Al menos él lo hizo y otros también lo siguieron. Luego el gas, elemento temido por los mineros, copó el espacio del aire respirable. Hace un año que ocurrieron estos hechos en la vereda El Playón de Riosucio, junto al río Cauca, donde murieron 15 mineros.
La explicación inicial la da Arturo Reyes. No sabe mucho de minería, según manifiesta, pero los dos años y medio que vio pasar a los trabajadores que laboraban en los socavones, le sirvieron para aprender, en teoría, algunos detalles, dichos y rutinas.
Reyes señala que lo único que facilitó fue una servidumbre de paso, por lo que recibía un pago. Su oficio principal es la ganadería.
A solo 200 metros de su casa, donde cada noche duerme, está la huella de las 15 vidas que se perdieron en cuestión de minutos. Suhistoria es solo una forma de ver la tragedia que enlutó a igual número de familias del corregimiento de Irra, perteneciente a Quinchía (Risaralda), Supía, Riosucio y Neira. Cada persona, doliente o testigo, puede contarla de manera que al final parece una sumatoria de leyendas.
Advierte que entre el aviso del picador y la inundación de la mina hubo entre cinco y seis minutos de diferencia, pero que algunos o no lo escucharon o no lo atendieron. Todo esto es materia de investigación.
La explotación
Reyes, con el sombrero bien puesto, le pide a su esposa que sirva limonadas, frías y en su punto para el calor que hacía el pasado miércoles.
Recordó que cuatro personas, un día del año 2012, llegaron y le mostraron un papel de trámite de exploración en la franja del río Cauca.
Se acordó el paso que usarían, se instaló un transformador de energía y se inició el montaje. Tres socavones comunicados entre sípor seguridad.
Desde el momento en que hicieron los huecos hasta que encontraron las primeras vetas pasaron entre ocho meses y un año. La época más especial fue diciembre del 2014. A unas 100 personas les regalaron de a baldado sacado de la mina.
"Es una bendición cuando resulta el oro en las minas, porque se beneficia mucha gente. Ese fin de año hubo personas que ganaron entre $60 mil y $70 mil". De ese baldado, que aparentemente es tierra, se rescatan algunas pepas, mediante la técnica de barequeo.
Mina cerrada
La mina de El Playón quedó inutilizada. Unos baldes, que seguro cargaron en algún momento las víctimas, maderos viejos y podridos, las cintas amarillas que delimitaron el área de la operación de rescate de cuerpos y una entrada vertical de unos cinco metros de profundidad es todo lo que hay de la mina.
Los otros dos socavones no se ven, "porque el río reclama lo suyo", es decir, están bajo el caudal. Por estos días el Cauca está crecido, hace dos semanas que casi nadie puede trabajar en las decenas de excavaciones que hay a cada borde del segundo afluente más importante del país.
Sentado a la sombra, Reyes comenta que varias veces lo han citado a declarar en el CTI de Riosucio. Siempre dice lo mismo, lo que sucedió lo hizo el río.
Arturo cita unos dichos interesantes como referencia: "el verdadero patrón de los mineros es el río", "le obedecen es al río", "el río siempre reclama lo suyo".
Pese a su recelo para hablar del tema, se muestra buen conversador. Con él se hizo un recorrido por lo que fue una mina. Muestra el boquete por donde sacaron a siete de los 15 cuerpos. Recuerda que un primo suyo, Francisco Hernández, fue el último salvado por los compañeros, aunque lo sacaron desmayado. Alcanzaron a agarrarlo de la mano y jalarlo para arrebatárselo a los gases, a la muerte.
En los últimos días del rescate Hernández guió a los cuerpos de socorro por el socavón para encontrar los ocho cuerpos restantes.Hoy Las mismas ruinas parecen contar lo que ocurrió aquel 13 de mayo.
La necesidad y la mina
Quienes viven al borde del río Cauca relacionan inevitablemente la palabra trabajo con minería. Margarita Urrea, esposa del fallecido Jhon Fray Jiménez, hace lo mismo desde hace un año. Él intentó salvar a un compañero, pero perdió el sentido cuando estaba en el socavón, debido a los gases. Murió en el intento sin lograr su objetivo.
Cada mes se realiza una misa por el eterno descanso del ser querido -hoy será igual-. Margarita también pide que en cada búsqueda, en cada baldado que le dan, se decante esa pepa dorada que salve el día.
El recuerdo de la tragedia es una película que pasa a gran velocidad. "Mi hijo me pidió que le empacara almuerzo para irse con él. Le gustaba acompañarlo a la mina. Al rato me llamó y me contó. Yo me fui para allá y cuando me lo encontré nos abrazamos y lloramos. Luego no recuerdo más".
Igual que ella llegaron más esposas de otros mineros, madres, padres, hermanos e inclusive a alguno le llegaron dos esposas.
A Margarita la vence el llanto, su rostro es triste y la mirada no logra vencer el duelo. Vive en Irra, con sus tres hijos. Por ellos se va para una mina o pide baldados. "Así les pago el estudio y la comida, para la ropa no me alcanza", cuenta y deja salir más lágrimas.
El incierto futuro no da lugar por ahora a buenos augurios. Ese es el panorama que viven Margarita Urrea, esposa de Jhon Fray Jiménez,y su familia.
Chiribico no volvió a las minas
Afuera de una casa en la que se destacan dos hamacas en el corredor un hombre sin camisa repara una moto acoplada a un remolque que viaja por la carrilera. Se trata de un llevo, como le llaman a una versión distinta de las marranas.
El nombre probablemente es porque lleva y trae mineros que usan los viejos rieles del antiguo ferrocarril, para ir a socavones que quedan a bordo del río Cauca.
José de Jesús Aricapa es el papá de Santiago. No fue fácil ubicarlo porque los nombres casi no cuentan entre esta comunidad, pero si se dicen los apodos sobran las referencias.
A José de Jesús lo encontramos como Chiribico y a su hijo Santiago,de 19 años, le decían gusanito. Su tumba tiene una señal particular: la bandera del Atlético Nacional.
Aricapa, el papá, jamás volvió a la mina, ni a la minería y no se siente listo para enfrentarla, por eso solo es operador de los llevos. Cuenta que aún no entraba a la mina el día de la tragedia cuando se dio la alerta. Agrega que su hijo alentó a muchos a salir, pero no corrió con la suerte de los salvados.
No lo vio morir, pero lo sintió como si hubiera estado a un cuerpo de él. Lo recuerda como un muchacho apasionado por el oficio.
Aricapa sostiene: "Dios no me ha reclamado aún". Es el preámbulo de historias de supervivencia en las minas. La primera vez fue hace 16 años. En el sector de La Bocana se tapó la entrada de un socavón. Siete personas estuvieron atrapadas varias horas, pero el rescate fue rápido.
La peor tragedia a la que sobrevivió fue la de Pescadero (Filadelfia) el 22 de noviembre del 2001. Ese día murieron una hermana y un cuñado. Dos avalanchas o dos rodillos gigantes de lodo, como los describe, acabaron con las vidas de 53 mineros.
"A mi hijo mayor lo envolvió la primera avalancha y luego lo botó. Alcancé a ver donde quedó, estaba inconsciente, pero me lo eché al hombro. Salí en el momento en que bajaba la segunda y logré esquivarla. Me lo traje para el hospital de Irra, porque lo principal era salvarlo".
A pesar de las tragedias y del impacto psicológico que no lo dejanvolver a las minas reflexiona que esa es la única opción que hay. "La gente mantiene con temor a que venga la Policía y cierre las minas, pero si lo hacen qué vamos a hacer".
Lleva y trae mineros, pero no se mete a una mina José de Jesús Aricapa, desde que su hijo murió en El Playón, en donde él también trabajaba.
El dato
Cerca de 120 mineros trabajaban en El Playón, donde ocurrió la tragedia.
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