Por Ricardo Giraldo A.
Los recuerdos de la guerra se levantan en forma de calvarios por las carreteras destapadas que conducen al corregimiento de Florencia, desde la cabecera de Samaná (Caldas). Son tributos a las víctimas, que ya no hablan, pero en monumentos se conserva su memoria. En la imponente selva de Florencia, donde la vida brota de los ríos, árboles y de la montaña permanecen las cicatrices de la muerte que un día anduvo por el monte como fiera insaciable.
La fertilidad de estas tierras, aptas para el cultivo de la hoja de coca, sumada al difícil acceso, propiciaron que se librara una disputa entre las Autodefensas Campesinas del Magdalena Medio (Acmm), lideradas por Ramón Isaza, y guerrilleros del frente 47 de las Farc, dirigidos por alias Karina. Además de los civiles que perecieron en la confrontación, la vereda El Congal también sucumbió ante la disputa territorial.
Los buses escalera son el principal medio de transporte al corregimiento de Florencia y a la vereda El Congal. Desde las chivas, como son conocidas en la región, se puede ver a los campesinos labrar de nuevo las tierras de las que un día los despojaron actores armados. “Mi deseo es regresar, hacer un llamado a la gente que se ha ido para que regrese a poblar de nuevo la vereda; hasta ahora las cosas van por buen camino, yo desde Florencia estoy ayudando con la alimentación de los maquinistas que organizan la carretera, esta es mi contribución”, manifiesta Wilson Betancur, desplazado del Congal y comerciante en Florencia.
Las canchas de fútbol cercanas al corregimiento, que antes se utilizaban como bases militares y en donde se instalaban los cambuches de la guerra, son el escenario de nuevas confrontaciones. Los fines de semana se reúnen dos bandos dispuestos a realizar tiros a los arcos que se encuentran en los extremos del campo. Equipos de niños se disputan la pelota, disparan a las canchas, ríen y confrontan sanamente. La violencia de otros días dio paso al juego, no al fuego.
Un primer acercamiento de la comunidad del Congal, al asentamiento del que un día los desplazaron, lo lograron el sacerdote de Florencia José Humberto Cortés Sepúlveda y el Departamento para la Prosperidad Social con su programa La legión del afecto, creado para brindar apoyo a jóvenes en condiciones de vulnerabilidad tales como drogadicción, delincuencia común y hogares disfuncionales.
El 11 de diciembre del 2013 irrumpieron en el monte 170 personas, entre Fuerza Pública, legionarios y el religioso. Después de 11 años de destierro vieron con nostalgia y con lágrimas los vestigios de lo que solía ser el lugar donde convivieron. En ese momento el retorno era una utopía.
Historias de campesinos que padecieron la guerra, una vereda desaparecida y centenares de víctimas, entre civiles, Fuerza Pública, guerrilleros y paramilitares, despertaron la solidaridad de entidades administrativas del departamento y de Samaná, para reconstruir y reintegrar las personas a esta vereda.
El conflicto armado puso en el mapa a Samaná, al corregimiento de Florencia y a la desaparecida vereda El Congal. En estos momentos se desarrolla el plan para el reintegro de la sociedad civil, liderado por la Gobernación de Caldas, la Alcaldía, Corpocaldas, la Unidad para la restitución de tierras, la Unidad para la atención y reparación integral a las víctimas y el Sena. La vía de acceso a la vereda se recuperó toda y esto permitirá la apertura comercial con el resto del departamento y facilitará construir las viviendas.
El gobernador de Caldas, Julián Gutiérrez Botero, es optimista: “además de la vía, estamos construyendo un acueducto provisional, también una caseta comunal; el diseño del poblado ya está hecho con las 54 casas, la escuela, la iglesia y el puesto de salud”.
Sin embargo, es prudente, pues los tiempos son lentos y el asunto es complejo: “Hacemos todos los esfuerzos para lograr avances significativos antes de terminar el mandato, este es un modelo nacional, y para Caldas es de suma importancia culminarlo exitosamente”.
Antes de intervenir la carretera, el trayecto presentaba grandes problemas entre derrumbes, huecos, cráteres y no se podía llegar hasta la vereda. Hoy el recorrido desde Manizales, que antes tardaba hasta 14 horas, se ha reducido a 11. La inversión en la vía hasta el momento se estima en 150 millones de pesos, más el reafirmado, que se calcula costará 130 millones de pesos más, asegura el padre José Humberto Cortés, quien ha liderado desde el principio la iniciativa. Esta es la primera etapa del proyecto.
En Florencia viven unas 5.000 personas, de las cuales 140 son desplazadas de la vereda El Congal. El corregimiento se lo tomó la guerrilla en dos ocasiones, la primera el 26 de febrero de 1996 y la segunda el 18 de mayo de 1999. En las casas que se encuentran en la periferia se aprecian aún los impactos de los proyectiles de aquellos hechos. El orden público está restablecido y hay presencia de Fuerza Armada para garantizar la seguridad, asegura el gobernador.
Desde allí, los campesinos administran las tierras de El Congal que hasta el momento solo les pertenece por derecho divino, pues aún la oficina para la restitución de tierras no les ha hecho la asignación legal de los predios, aunque ya adelantó los estudios para otorgar los títulos. Este paso es importante para el regreso, coinciden el sacerdote, el gobernador y el alcalde de Samaná.
Hoy los campesinos se arman con corazón, machete y azadón, tienen municiones de semillas de maíz, frijol, cacao, además de plántulas de café, plátano y yuca. Estas las suministra la fundación Apoyar y el PDPMC (Programa para el Desarrollo de Paz del Magdalena Centro). De esta manera se combate el olvido y se adelanta la recuperación de las tierras para lograr que vuelvan a ser iguales o más productivas que hace 20 años.
“En estos momentos estamos yendo a cultivar las tierras para que cuando lleguemos allá tengamos de qué vivir, un inicio. Estamos sembrando más que todo café, frijol y maíz”, cuenta ilusionado José Gustavo López López, quien espera, igual que otras 149 personas, el retorno a su terruño. La zona se caracteriza por ser muy fértil, razón por la que los agricultores ven con buenos ojos cultivarla de nuevo. La siembra de las minas de los violentos quedó atrás (Ver recuadro).
José Octavio Echeverry y su esposa, Mariela, administran un granero en la plaza principal de Florencia. Él también tuvo que dejar atrás la vida que llevaba en El Congal. "Queremos regresar a trabajar en el campo, hemos reconstruido nuestras vidas acá, pero si las condiciones se dan nos vamos para la vereda”, lo dice con energía a sus 69 años de edad.
Afuera del granero se escuchan disparos y gritos. En la plaza se ve a jóvenes correr. El tendero permanece tranquilo y atendiendo, él sabe discernir entre disparos de fusiles y lo que truena en la plaza. Sabe que son niños que se reúnen los fines de semana en el parque, que llevan tubos que tienen en sus base un madero con un tapón, ponen una tapa por la otra boquilla y presionan contra el piso, las tapas salen disparadas hacia arriba con un estallido.
Las secuelas de la guerra para esta pareja en gran parte están curadas. Para un excombatiente del Frente 47 de las Farc, aunque quiera, no puede desprenderse del estigma que la guerra le dejó. Él perdió su pierna izquierda al pisar una mina antipersonal y si bien trabaja con dificultad, quiere apostarle a la paz y reconstruir lo que él ayudó a destruir.
Hay campesinos que quieren olvidar los crímenes que allí se cometieron, alzar la frente, mirar hacia el futuro y con el acompañamiento de las diferentes instituciones que han apoyado este proceso, lograr que el retorno se convierta en modelo de reintegración en Colombia, en el que se involucra toda la institucionalidad.
Hasta el 2013 el número de desplazamientos en Samaná era de 38.080 personas, según la Unidad Para la Atención y Reparación Integral de las Víctimas. De esta cifra, unas 260 personas pertenecen a El Congal.
En Samaná, las confrontaciones quieren verse solo en los partidos de fútbol que se juegan los fines de semana, las únicas armas que se quieren utilizar son las palas, picas, machetes, azadones, ladrillos y plomadas para reconstruir lo que la guerra destruyó.
Allá, en el lejano oriente de Caldas, donde los ríos son habladores no quieren volver a sentir las pisadas fuertes del monstruo de la guerra, como lo compuso Leon Gieco. En La Habana (Cuba) se busca una salida al conflicto armado, en Samaná se intenta implementar un modelo para un posible postconflicto, que se replique en donde hubo desarraigo, pero el futuro de los diálogos es incierto.
Desde el 2010, el Batallón de Desminado número 60 del Ejército desactiva artefactos explosivos en Samaná. “Desde ese entonces hasta la fecha se han intervenido alrededor de 67 veredas, libres de sospechas de minas antipersonal, El Congal es una de estas”, manifiesta el alcalde de Samaná, Wílder Íberson Escobar Ortiz, aunque reconoce que aún faltan 105 por desminar y para acelerar este proceso se espera la llegada de nuevos hombres.
El uso de este sitio web implica la aceptación de los Términos y Condiciones y Políticas de privacidad de LA PATRIA S.A.
Todos los Derechos Reservados D.R.A. Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción a cualquier idioma sin la autorización escrita de su titular. Reproduction in whole or in part, or translation without written permission is prohibited. All rights reserved 2015