Laura Sánchez
LA PATRIA | Manizales
La efigie del diablo del 2021 logró tocar los dos parques de Riosucio: San Sebastián y La Candelaria. No fue fácil en medio de las restricciones de inicio de año y sin Carnaval.
Este año Jhon Jairo Betancur hizo un diablo de 2,30 metros de alto, lo elaboró en Pueblo Viejo y desde ahí lo quiso llevar el sábado 2 de enero hasta Riosucio, en su tradicional día de salida. Pero no fue posible.
Una romería de curiosos, matachines y policías rodearon al diablo que no salió de ahí ese sábado porque no tenía permiso de la Alcaldía e incumplía con los decretos de toque de queda para restringir la movilidad.
El martes volvieron a intentarlo, llegó hasta el pueblo y dio una vuelta en una camioneta por los parques. Las autoridades policiales de inmediato suspendieron el desfile fugaz del diablo del Carnaval de Riosucio, que por tercera vez no podrá realizarse.
Según el escritor Jaime Diego Cataño es la segunda vez que se suspende el Carnaval: la primera en 1920 en época de la gripe española. La segunda en 1948 por la violencia partidista, esta suspensión duró 10 años.
La Corporación del Carnaval de Riosucio instaló el festejo en la virtualidad para presentar una programación pedagógica que comenzó el 31 de diciembre y finalizó el miércoles.
Hubo relatos y entrevistas que le apuestan a hacer memoria del Carnaval y sus organizadores. Hablaron con Iván de Jesús Motato, de reconocida familia de polvoreros.
“Aprendí el oficio de mi papá Jesús Aníbal, él lo aprendió del abuelo y el abuelo de unos mexicanos y desde ahí es una tradición de la familia Motato. Desde pequeño nací con el arte de la pólvora”, narra Motato.
En marzo habrá una asamblea ordinaria de la Corporación del Carnaval de Riosucio para tomar nuevas disposiciones del Carnaval como la nueva fecha de realización.
“Es nuestra identidad ligada al Carnaval, no hacerlo tiene afectos anímicos. Sabemos que es un asunto de salud pública pero no deja de ser una tragedia porque está asociada al espíritu”. Felipe Gartner, capitán de cuadrilla.
“Son siete días en los que las familias de Riosucio se sostienen del Carnaval buena parte del año. La economía fue muy dura para los comerciantes”. Gloria Elena Taborda, administradora Hotel Real Plaza.
“Nos genera mucha tristeza en la parte creativa por todo lo que se crea. En el año precarnaval, desde mayo, ya tengo 15 trabajadores que trabajan siete meses seguidos. Además, consumo todo del pueblo, incluyendo materiales. Es un golpe para la economía”. Víctor Hugo Vanegas, artesano y confeccionista de trajes y suvenires.
“El Carnaval no es solo para disfrutar las fiestas, sino para reunirnos y compartir con los amigos. Es una festividad que todos teníamos agendada”. Martha Karina Rotavista, riosuseña que realiza estudios de posgrado en España
“El Carnaval es un fenómeno cultural espontáneo y social que no se iba a quedar sin manifestarse, bien fuera contraviniendo las normas o interpretándolas de otra forma. Es del pueblo y no está sujeto a la organización”. Albert Largo, matachín.
“Es una frustración porque no se pudo mostrar el talento preparado. El Carnaval vive del comercio local en comestibles, hotelería, contratación del espacio público”, Jaime Diego Cataño, matachín e integrante del Tribunal de Honor.
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