LAURA SÁNCHEZ
LA PATRIA | MANIZALES
Las reservas en el Hotel Real Plaza para la semana del Carnaval de Riosucio del 2021 estaban completas. Llevaban un año guardadas y se mantendrán así hasta nuevo aviso.
Ninguno de los huéspedes de las 28 habitaciones de Gloria Elena Taborda quiso cancelar la reserva, al contrario, le pidieron que guardara las habitaciones hasta el próximo Carnaval, quizás en 2022 o 2023...
¿Y cómo se llama esto? Arraigo, según Felipe Gartner, capitán de cuadrilla. “Es nuestra identidad ligada al Carnaval, no hacerlo tiene afectos anímicos. Sabemos que es un asunto de salud pública pero no deja de ser una tragedia porque está asociada al espíritu”, expresa Gartner.
Gloria Elena plantea otro factor que golpea: el económico. “Son siete días en los que las familias de Riosucio se sostienen del Carnaval buena parte del año. La economía fue muy dura para los comerciantes”.
Fotos | Cortesía para LA PATRIA
Felipe y su papá Ociel Gartner (qepd), matachín, en el Carnaval del 2009
Gartner asegura que el Carnaval no tiene dueño, y por eso pese a las decisiones del pueblo carnavalero de suspender el festejo este año, el diablo sí pisó las dos partes, el de San Sebastián y el de la Candelaria.
El sábado 2 de enero la efigie, de una altura de 2,30 metros, del artista Jhon Jairo Betancur intentó salir de Pueblo Viejo para recorrer las calles de Riosucio. Fue frenada por la Policía pues no tenía los permisos de la Alcaldía.
El martes volvieron a intentarlo, llegó hasta el pueblo y dio una vuelta en una camioneta por los parques. Las autoridades policiales de inmediato suspendieron el desfile fugaz del diablo del Carnaval.
Vestuarios listos
El vestuario de la cuadrilla Diablos de las Américas, de Víctor Hugo Vanegas, quedó lista, también la orquesta que los acompañaría en el desfile. Pendiente está el compromiso de elaborar los trajes de cuatro cuadrillas más.
Vanegas es artesano y confeccionista de trajes y suvenires, comenta que trabaja en función del Carnaval. “Nos genera mucha tristeza en la parte creativa por todo lo que se crea. En el año precarnaval, desde mayo, ya tengo 15 trabajadores que trabajan siete meses seguidos. Además, consumo todo del pueblo, incluyendo materiales. Es un golpe para la economía”.
Martha Karina Rotavista, riosuseña que realiza estudios de posgrado en España, tenía todo listo para viajar en diciembre pasado. Para ella no tener Carnaval es disminuir los encuentros familiares. “No es solo para disfrutar las fiestas, sino para reunirnos y compartir con los amigos. Es una festividad que todos teníamos agendada”.
Valora el trabajo que realizó la junta de la Corporación del Carnaval para integrar a las personas a través de las redes sociales. “Fueron recursos porque se contó su historia, se incorporaron las figuras para que lo sintieran cerca y fueran parte del Carnaval que vivimos de corazón”, manifiesta Rotavista.
Martha Rotavista en el Carnaval del 2017.
Metido en la sangre
El matachín Albert Largo comenta que no se ha logrado dimensionar lo que implica la suspensión del Carnaval en el atraso cultural. En sus opciones la virtualidad era una buena salida para aprovechar.
“El Carnaval es un fenómeno cultural espontáneo y social que no se iba a quedar sin manifestarse, bien fuera contraviniendo las normas o interpretándolas de otra forma. Es del pueblo y no está sujeto a la organización”.
Para lo que sirvió la suspensión fue para ratificar que el Carnaval vive en el pueblo. “Lo negativo es que demuestra que el Carnaval carece de adaptabilidad, se nos va a convertir en una feria si no logramos adaptarlo a las nuevas generaciones”.
Una opinión similar tiene Jaime Diego Cataño, matachín e integrante del Tribunal de Honor. “Es una frustración porque no se pudo mostrar el talento preparado. El Carnaval vive del comercio local en comestibles, hotelería, contratación del espacio público”, indica Cataño. En marzo habrá una asamblea ordinaria para tomar nuevas disposiciones del Carnaval.
Según el escritor Jaime Diego Cataño es la segunda vez que se suspende el Carnaval: la primera en 1920 en época de la gripe española. La segunda en 1948 por la violencia partidista, duró 10 años.
Albert Largo, matachín, en el Carnaval del 2019.
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