CARLOS HERNÁNDEZ
LA PATRIA | MANIZALES
Dos casos en los que están involucrados caldenses y que tienen en común el amor, la muerte y trámites jurídicos de por medio han llegado a finales felices en las últimas semanas. Lo que los hace resaltar sobre el enorme cúmulo de procesos judiciales que se tratan a diario es que las decisiones que se tomaron son de trascendencia nacional.
Uno se gestó en Villamaría; el otro, en Manizales, y sirven como ejemplo para quienes se encuentren en situaciones similares y pretendan reclamar igualdad de derechos. LA PATRIA los presenta.
La compañera de los últimos años
Esta historia comienza en La Floresta (Villamaría), en la casa de Deyanira Ochoa Arboleda, madre de dos hijos. Desde su vivienda se acostumbró a ver pasar a diario a José Eliécer Montes, quien subía de su finca con bultos de naranja al hombro para vender en el casco urbano del pueblo. También cargaba leche que ella le compraba a menudo.
Se gustaron, así que a esa rutina le sumaron el picante del cortejo, de la conquista, proceso que ella, tímida, resume en una frase: “él llego a mi vida”. Los jóvenes hijos no vieron mayor dificultad, pese a la prevención que ella sintió en un momento para darles la noticia de que José Eliécer seguiría compartiendo techo con ellos.
Era el 2009, recuerda Juan Felipe, hoy con 23 años e hijo mayor de Deyanira. La hermana tiene 22. “Cada uno comenzó a cumplir con funciones de esposo y esposa, a tener responsabilidades”, recuerda el joven. “A él lo aceptamos muy bien, incluso los vecinos, que lo reconocían por ser gallero”.
La fatalidad llegó el 29 de enero del 2011, cuando José Eliécer murió, al parecer de un infarto fulminante, cuando entraba a la casa. Tenía 62 años. “Cayó en la puerta y dejó las llaves pegadas”, recuerda Deyanira, quien dice tener 46 años.
Tras el sepelio comenzaron los trámites de la sucesión de los bienes, lo que implicó desacuerdos con la familia del señor. Juan Felipe siempre ha considerado que su madre tiene derecho a reclamar algo como la persona que acompañó y convivió con el hombre hasta que este murió. Así que se asesoró de un abogado, y comenzó la segunda parte de la historia.
El reclamo
Juan Carlos Marín, abogado que trabaja en Manizales, explica que cuando quiso reclamar ante un juez el derecho de Deyanira a ser beneficiada con la sucesión, se encontró con que el Código Civil le impedía hacerlo. “Esa norma, que es del siglo XIX, se quedó atrás, así que me tocó interponer una demanda”.
Lo que hizo fue solicitarle a la Corte Constitucional que evaluara cuatro artículos del Código que terminaban excluyéndola a ella como compañera permanente, pues solo favorecían a quien figurara como cónyuge. “...los derechos y obligaciones que (los artículos) regulan son aplicables también a los compañeros permanentes que formen una unión marital de hecho, con independencia de la orientación sexual de la respectiva pareja”, le escribió el abogado a los magistrados.
La demanda la interpuso el 29 de julio del 2011, y el pasado 22 de marzo se conoció un comunicado de la Corte que le daba la razón. En pocas palabras, los derechos de las sucesiones ahora también amparan a compañeros permanentes y a parejas homosexuales.
El abogado considera que esa victoria jurídica, que termina favoreciendo a quienes estén envueltos en casos similares en el resto del país, partió de un asomo de terquedad, pues sus colegas le manifestaban que era supremamente difícil que le dieran la razón.
Ahora continuará con el trámite de Deyanira, mujer que dice tener aún presente la risa constante del hombre a quien acompañó en sus últimos tres años de vida.
Una pensión muy luchada
La segunda historia también tiene un entramado sentimental como trasfondo. Un homosexual de Manizales le ganó un litigio a la Gobernación de Caldas para reclamar la pensión de quien fue su compañero por 50 años.
El favorecido tiene 76 años y su caso comenzó en el 2004, tras la muerte de su pareja. La Unidad de Prestaciones Sociales de la administración le exigió una declaración juramentada ante un notario en la que constara que ambos habían convivido como pareja. Así, en una resolución del 2010 le negaron la solicitud.
Se asesoró de la abogada Paola Andrea Aguirre, residente en Pereira y quien fue la primera en lograr que a una persona homosexual se le reconociera el derecho a pensión de su pareja. Ella interpuso una tutela, que debió apelar ante un fallo que los desfavorecía.
El caso llegó entonces al Tribunal Administrativo de Caldas, que declaró nulas las actuaciones de la Gobernación. Al anciano le terminó tutelando los derechos a la dignidad humana, al debido proceso administrativo en igualdad de condiciones, a la seguridad social, a la pensión de sobrevivientes en igualdad de condiciones a una pareja del mismo sexo y al libre desarrollo de la personalidad.
El pasado 27 de marzo la Unidad de Prestaciones Sociales del departamento le reconoció la pensión al hombre. La abogada remata: “La nostalgia y el amor que mi cliente sentía es infinita. Siempre dice que lo extraña mucho, que lo recuerda y que preferiría que estuviera vivo”.
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