Comunidad y Desarrollo
Uriel Ortiz Soto
La patria chica es para el ser humano el cordón umbilical al cual permanecemos unidos a través de los lazos afectivos del amor y los bellos recuerdos; es también el reloj pendular que marca constantemente las horas para nuestro retorno, y es el faro luminoso que nos orienta desde cualquier lugar del mundo donde nos encontremos, para cumplir con nuestros deberes, fieles a los principios y valores heredados de nuestros antepasados.
Quien ignore la tierra de sus ancestros, es como una rueda suelta que constantemente se estrella en los vacíos de las inconsistencias y las grandes frustraciones. La reingeniería de la vida, empieza buscando nuestras raíces, que indudablemente se encuentran en la tierra que nos vio nacer y crecer. Pretender buscar la razón de nuestros éxitos y fracasos sin explorar los cimientos que dieron origen a nuestra existencia, es como también ignorar o negar a los autores de nuestras vidas.
Aranzazu, es un pueblo excepcional, puesto que tiene el embrujo de grandes contrastes en los confines de la vida humana. La historia de sus gentes y sus valores está guardada en el baúl de los recuerdos, que solamente suele abrirse para acontecimientos especiales. Justamente lo abrimos para las XXll, Fiestas de la Cabuya y del Paisaje Cultural Cafetero, cuando hay gran concentración de paisanos llegados de todas partes del país y del exterior, es el momento más oportuno para dar rienda suelta a muchas remembranzas y travesuras de nuestra infancia y adolescencia, que permanecen ocultas y cautivas bajo el fragor del tiempo y la distancia.
Pero hay algo que quiero resaltar en esta oportunidad: es la impresionante belleza y superación de sus mujeres; su esbelto porte latino, contrasta con los tranquilos y apacibles amaneceres, y anocheceres de las treinta y siete veredas que conforman la comarca Aranzacita; todas son habitadas por gentes buenas, honradas y trabajadoras, que forjan su vida en medio de la alegría y la buena vecindad, solidarizándose con las más elementales necesidades del prójimo. Cada una de ellas, por su forma de vida sana, son una estación del cielo en los confines de la tierra, y todas en su conjunto, parecerían interpretar constante y permanentemente para Caldas y Colombia, la hermosa melodía del cantar de los cantares.
Pueblo que no escriba su historia, resalte la belleza de su paisaje, y el emprendimiento de sus hijos presentes y ausentes, está condenado a desaparecer en las brumas del tiempo, del olvido y la nostalgia. No podemos pasar desapercibidos con nuestros valores femeninos, que son la razón de nuestra existencia y la inspiración constante y permanente de prosas poéticas, moldeadas muchas veces en el silencio cómplice de un amor inalcanzable.
Las mujeres de mi pueblo, son en su conjunto un ramillete de flores y de inteligencia para ofertar a la vida laboral y profesional del país en las más exigentes y variadas profesiones. Las vemos ocupando altos cargos en la empresa oficial y privada, siempre con una dedicación de asombrosa responsabilidad, razón por la cual se han ganado la fama de ser verdaderas ejecutivas y emprendedoras, sobre todo, porque brillan con luz propia y proponen planes y programas de desarrollo en el difícil ejercicio de ser independientes.
No pocas veces, agentes viajeros, turistas y transeúntes, al pasar por esta tierra, han quedado para siempre vinculados a ella, anclados en el tierno corazón de una bella Aranzacita, que conquistó su corazón al son de inteligencia y forma de ver la vida. Son muchas las paisanas que se encuentran por todo el país y el exterior, formando un bello hogar, con un extranjero, dando testimonio de gratitud y de grandeza a la tierra que las vio nacer. Para todas ellas, con afecto y cariño, dedico este poema:
Amores en otoño
Cuando el amor florece en el otoño,
Con él regresa la bella primavera,
Trayendo en sus galas los perfumes,
Que mitigaron mi angustia con tu espera.
Cuando el amor florece en el otoño,
Con él llegan furtivos los recuerdos,
De los años juveniles que se fueron,
Dejando huellas de: alegrías, tristezas y esperanzas.
Fuiste mía una noche de verano, y
Cuando la aurora brillaba en tus pupilas,
Mi cuerpo buscaba en tu regazo,
El calor de tus besos y caricias.
¿Cuántos años han pasado vida mía?,
Desde el día en que te fuiste de mi lado,
Si los años acortan las distancias,
Las distancias se acortan con el tiempo.
Hoy que regresas por la senda de la vida
Bajo el arco dorado de tus años,
Nuevamente te suplico vida mía,
Ven por siempre a morir entre mis brazos.
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Quien ignore la tierra de sus ancestros, es como una rueda suelta que constantemente se estrella en los vacíos de las inconsistencias y las grandes frustraciones.
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