Ángela Hurtado | Rubén Darío López corresponsal
LA PATRIA|MANIZALES
Los perros callejeros balconean la plaza de Pensilvania desde la Casa de la Cultura. Desde mayo de este año los habitantes han visto cómo los caninos se adueñan de los pasillos y los dos pisos del emblema histórico. El cuadro ha sido tildado como una colombianada. "Esto solo pasa aquí, jamás se ha visto que conviertan un centro cultural en perrera. Ahora los animales son los tribunos del pueblo", comenta Óscar González, exalcalde del municipio.
La casona de 90 años, diagonal a la Alcaldía, trasnocha a los vecinos que soportan los ladridos y aullidos de los 15 canes que viven allí; 10 adultos y 5 cachorros.
El permiso para esta residencia lo dio la misma Alcaldía, que se vio a gatas para albergar a esta población que va en crecimiento. Los críticos no se explican por qué entre todos los lugares del municipio, escogieron al monumento.
Se muestran los dientes
"Esto es una cadena de malentendidos, la comunidad debe saber que ese es un sitio en construcción, ahí no funciona la nada, está abandonada y hay que admitir que tenemos un problema sanitario por los animales callejeros", explica el alcalde Jairo Antonio Ríos, quien llegó al cargo por el Partido Conservador yepista.
A falta de un coso, Pensilvania tiene dos. El primero lo construyeron hace ocho años y costó 30 millones de pesos, pero resultó estrecho, así que la pasada administración improvisó uno nuevo con 8 millones de pesos, pero no tiene agua y las paredes no protegen del frío. "No cumple con los requisitos mínimos, es una celda como para tres perros", añade Ríos.
Entonces quedó en una encrucijada, porque el presupuesto ya estaba designado e invertido, por lo que el Concejo no aprobaría la construcción de un albergue nuevo. ¿Pero por qué la Casa de la Cultura? El alcalde responde que no tenía la lista de bienes del Municipio, así que echó mano de la edificación que lleva abandonada casi ocho años.
El exalcalde Jesús Darío Ramírez, del Partido de la U, opina todo lo contrario. "La casa es valiosa para la comunidad, hace un año Acción Social entregó 200 millones de pesos para el reforzamiento estructural, otros 100 millones para construir en el sótano, en el que hoy duermen los perros, la Casa de la Juventud. Es un sitio para preservar y esto es absurdo", responde.
Alega que cuando construyó el coso municipal, que queda cerca del parqueadero de los buses escaleras, el espacio era suficiente para la cantidad de caninos que había, y que la Dirección Territorial de Salud hizo varias campañas de esterilización que controlaban su proliferación.
Vida de vagabundos
La casa se considera patrimonio del municipio, representa la época en que llegó el cemento a Colombia, tiene espacios que se adaptan al paisaje cafetero, columnas exageradas y habla del origen de Pensilvania como comunidad, conceptúa el arquitecto especialista en reestructuración y preservación del patrimonio, Benjamín Patiño.
La madera de las columnas y del techo se reforzó con la inversión del año pasado y le pagaron a Patiño seis millones de pesos para hacer un diseño que la rescatara como centro recreativo para la juventud pensilvanense. No obstante, esas bondades, cinco perros ya murieron este año a causa del estrés y del frío.
"No los sacaremos de allí hasta que la Alcaldía les garantice un sitio adecuado. La gente no entiende que ellos tienen derecho a la vida, al amor, al cariño y al respeto por parte del ser humano”, afirma Sofy Estela Gil, presidenta de la Fundación Dejando Huellas, que se encarga del albergue.
Huele a perro
El proyecto del arquitecto Patiño contemplaba un convenio con la Federación para que los jóvenes tomaran tinto gratis y así tuvieran un espacio sano que se diera para la tertulia, el arte y la creatividad. El aroma del café tendrá que esperar, porque la obra quedó parada por falta de recursos y ahora los vecinos la califican como la esquina ruidosa de los malos olores.
“Personalmente le hacemos aseo tres veces al día, vivimos pendientes de los perritos y no permitiremos que les hagan daño. Si ese sitio está abandonado, pues que sirva de casa para estos animales", asegura la presidenta de Dejando Huellas.
Por su parte, el arquitecto declara que el daño ya está hecho. "Esto es un atropello, un insulto a una construcción representativa del parque. El orín del perro es altamente cáustico, así que corroe las paredes y la madera". Agrega que la caspa que bota el animal cada mes deja secuelas que obligarían a una desinfección de la estructura para evitar enfermedades. "Es una locura", puntualiza.
Les pusieron el lazo
El conflicto llegó hasta los juzgados, pues los aledaños interpusieron una acción popular contra la Alcaldía de Pensilvania. Hace 15 días las partes acordaron que hoy trasladarían a los animales. “Si el alcalde nos adecua un sitio en el Coliseo de Ferias los pasaremos para allá, pero hasta el momento está bien para caballos, no para perros”, indica Sofy Gil.
El alcalde responde que es una solución temporal y "sin acoso" encontrará la manera de construir una perrera el próximo año. "Hay comentarios malintencionados, los elementos de la Casa de la Cultura se conservan en otra edificación". Afirma que tendrá que destinar dinero para hallar un nuevo lote.
Mientras eso pasa, los aullidos saldrán desde los balcones de la Casa de la Cultura y los artículos que cuentan la historia de Pensilvania seguirán archivados en el sótano de la Biblioteca Municipal.
Historia errante
Miguel Ángel Aristizábal Carvajal, fallecido historiador pensilvanense, luchó durante 30 años para que la casa, que era de una comunidad religiosa, se convirtiera en el museo del municipio. Lo fundó en 1965 y recolectó unas 700 piezas que incluían carrieles, muestras arqueológicas de los pobladores indígenas y libros.
El edificio quedó abandonado hasta que el Ministerio de Cultura y Acción Social promovieron el proyecto de Casa de la Juventud para el rescate del museo, centro para las nuevas tecnologías, apoyo al emprendimiento y sano esparcimiento de los jóvenes.
El arquitecto Benjamín Patiño diseñó el año pasado un proyecto que conservaba la fachada e incluía salones para danzas y actos culturales y un salón de alojamiento para los deportistas que viajaran al municipio para torneos departamentales. Las obras comenzaron el año pasado con 200 millones de pesos de Acción Social, pero aún faltan recursos para terminarla.
A principios de diciembre la Alcaldía sacó los perros de la Casa de la Cultura y los trasladó a la perrera ubicada en el Coliseo de Ferias de Pensilvania. La Fundación Dejando Huellas sigue encargada del nuevo corral. La edificación sigue abandonada, esperando gestiones para continuar con la Casa de la Juventud que planteó la administración pasada.
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