Ayer se hicieron las honras fúnebres del filósofo y docente de la Universidad de Caldas. Personas allegadas lo recordaron.
Esta vez quienes estuvieron detrás del micrófono del auditorio Tulio Gómez Estrada fueron los colegas, familiares y amigos del filósofo y docente de la Universidad de Caldas Jorge Iván Cruz González, quien falleció el miércoles a causa de múltiples infartos. Allí lo despidieron con honores.
En el escenario donde Cruz disertó sobre Nietzsche, Kant, la fenomenología y la hermenéutica, se encontraba su ataúd rodeado por el cortejo fúnebre que lo homenajeó.
Sus estudiantes, lo primero
Algo que siempre lo caracterizó, según Orlando Londoño, rector de Artes y Humanidades de la Universidad de Caldas, fue su relación con los alumnos. "Tenía una dedicación enorme y permanente por los estudiantes. Es algo que hoy ellos están reconociendo. Era un intelectual ejemplar", apuntó.
Así lo confirmó el profesor Ubaldo López, amigo, con la voz quebrada. "Con tanta alegría recibimos a este profesor que venía de Bogotá. Me acompañó como un verdadero maestro. Puedo decir que mi tesis de pregrado fue mucho mejor que la de maestría, por el acompañamiento que tuve de él".
María Paz Gómez, otra de las tantas exalumnas que llegó al auditorio, leyó: "A usted, ese accidente de partir para siempre, no le debe estar incomodando ya. Me atrevo a asegurar que en ese olimpo también está su amado Kant, quien finalmente encontró su tan buscada paz perpetua en el cielo, pero le pareció un lugar muy aburrido y decidió mudarse a su lado. Maestro, finalmente uno se demora toda la vida para morirse de repente".
Felipe César Londoño, rector de la Universidad de Caldas, expresó: "Es motivo de tristeza entre la comunidad de la Universidad de Caldas su fallecimiento. Perdemos un académico que durante 22 años dejó un legado, no solo en nuestra institución, sino en la ciudad y en el país. Entre sus aportes académicos se cuenta la investigación Hacia un giro fenomenológico hermenéutico en la pedagogía ".
Uno de los primeros en llegar a la Facultad de Filosofía fue Jhon Jairo Bustamante, trabajador social que estudió con Cruz hace 30 años. Ambos recorrieron la ciudad y visitaron los alrededores del Jardín Botánico, donde inclinaban tarros de chicha y se dedicaban a la charla con posterior destino a bares del centro como Sorrento. "En todos estos años nos embriagábamos, filosofábamos, aprendíamos, construimos sueños y develamos las realidades de esos momentos", recordó.
Jovial
La pluma de Pablo Rolando Arango destacó en su muro de Facebook al profesor Croce, Cruz, Cruceta -como contó que le llamaban entre amigos- como "un hombre que asumió el alcoholismo como un destino, y en eso era un modelo para quienes no sabemos lidiar con nuestras ansiedades (…) Creo que no hay nadie que pueda decir que oyó a Cruz diciendo lo que decimos todos los borrachos: no vuelvo a tomar, o cualquiera de las versiones de esta autocompasión fofa y rancia".
Cruz tenía, envidiablemente, los valores invertidos, como buen nietzscheano que decía ser –nunca se le podía creer del todo—: mientras le importaban un comino las convenciones y el protocolo, se enfurecía en cambio cuando nos veía haciendo comentarios iconoclastas e irresponsables sobre algún gran filósofo. Nunca Platón o Kant estuvieron mejor custodiados en las kantinas, escribió un nostálgico Arango.
Su esposa Martha Lucía Trujillo y su hija Paula, ofrecieron difícilmente su testimonio. "Lo voy a recordar como un gran padre. Un entregado a su familia. Donde su familia era lo primero, pero la raíz de su existencia era la filosofía". Y su esposa: "¿Necesitas que hablemos? (…) Una persona muy amorosa, muy tierna".
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