Lo que encontrarás si recurres a la terapia sexual
La terapia sexual es un tipo de asesoramiento (counseling) cuyo objetivo general es ayudar a las personas a disfrutar de su vida sexual, En algunos casos, esto implica superar algún tipo de dificultad sexual. Se puede recurrir a terapia sexual simplemente porque queremos mejorar nuestra capacidad para sentir placer a solas o en pareja, para enriquecer nuestra habilidad para dar y recibir placer a través de nuestros sentidos, cuerpo, piel y afectos.
Las mujeres suelen asistir más frecuentemente a terapia sexual para tratar el trastorno hipoactivo del deseo sexual (bajo deseo sexual) y la disfunción orgásmica. En el caso de los hombres, los motivos de consulta más frecuentes son la eyaculación precoz y la disfunción eréctil (impotencia). Resulta notorio que sólo un porcentaje muy reducido de las personas afectadas por dificultades sexuales acude a consulta con un profesional, y un número más reducido aún, participa en el tratamiento.
Es comprensible cierto grado de temor, ya que la sexualidad es un área sensible y muy íntima, y aún son muy pocas las personas que pueden hablar sobre el tema abiertamente y con respeto. Por lo general, cuando se habla de sexo o sexualidad las personas lo hacen sólo a través de chistes, que en realidad es un disfraz para ocultar temores, prejuicios y ansiedades en relación a esta área tan importante de nuestras vidas.
Las dificultades sexuales tienen causas múltiples que pueden estar relacionadas directamente, o bien de maneras indirectas y complejas.
Es así como la sexualidad no se refiere sólo a la anatomía y mecánica de nuestro funcionamiento sexual. Tampoco se refiere a la relación sexual o coito exclusivamente, sino que se trata de una compleja trama conformada por nuestras emociones, creencias, afectos, deseos y necesidades, nuestras relaciones interpersonales, nuestra relación de pareja, y todo lo que hemos aprendido de nuestra cultura, familia y sociedad al respecto. Todo esto influye en la manera cómo percibimos y vivimos nuestra sexualidad, es decir, nuestra identidad como personas sexuadas, con capacidad para dar y recibir de manera integral, a través del cuerpo, las emociones y las cualidades espirituales que nos distinguen como seres humanos.
En la terapia sexual se suele atender primero a los aspectos biológicos, a fin de descartar cualquier causa orgánica o fisiológica de la dificultad. Por ejemplo, algunos de los casos de disfunción eréctil pueden ser ocasionados por condiciones físicas como la diabetes, hipertensión o trastornos endocrinos. A la vez que se evalúa el estado físico del paciente, también se exploran los aspectos psicológicos y las relaciones interpersonales, ya que la gran mayoría de las dificultades sexuales se originan de estos últimos factores. Entre ellas, la relación de pareja tiene especial importancia, ya que dependiendo de la dinámica de ésta, la sexualidad se verá afectada de distintas maneras. La pareja es a la vez un importante apoyo, necesario para el proceso terapéutico. La falta de información válida y las creencias erróneas también afectan una sexualidad sana. Otras veces, las actitudes y valores, en especial los religiosos, afectan el libre disfrute de la sexualidad, en especial cuando generan en la persona emociones fuertes como el miedo, la culpa o el temor hacia el sexo.
La terapia sexual suele ser un proceso terapéutico directivo, es decir, en el que el terapeuta indaga y analiza junto al cliente todos los aspectos antes mencionados, y lo refiere a un médico para que realice todos los exámenes necesarios para descartar cualquier causa fisiológica de la dificultad sexual. Tras el análisis, el paciente realizará algunas tareas en solitario y otras junto a su pareja, si la tiene en ese momento. No es necesario estar en pareja para participar en la terapia sexual.
Algunas de las técnicas utilizadas en la terapia sexual son las siguientes:
La cantidad de sesiones necesarias suele variar, estimándose en promedio, mínimo unas 6 sesiones, aunque por lo general el proceso completo suele durar mínimo 12 sesiones. Después de terminado el proceso terapéutico, siempre es beneficioso asistir a sesiones de seguimiento para reforzar y mantener en el tiempo los cambios.
Tras la terapia sexual, la persona aprende a aceptar mejor su cuerpo, y su capacidad de sentir placer y de compartirlo con otro. Desarrolla expectativas realistas sobre el encuentro sexual y es más sensible a sus propias necesidades como a las de su pareja. En general, aprende a dar y recibir placer erótico, desde un estado de apertura, comunicación, confianza y gozo, y se libera de los prejuicios, el temor, la culpa o el sentimiento de vergüenza.
Jorge Hernán López
Psicólogo clínico, Máster en sexología clínica, terapia sexual y de parejas
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