La pareja fuera del dormitorio
Vivimos en una época en la que lo sexual ha adquirido gran importancia. Y sobre todo, en el ámbito de la pareja, la satisfacción en la vida erótica, se ha convertido en uno de los aspectos más valorados de todos los que comparten.
Pese a ser algo muy preciado, muchas parejas se quejan de tener vidas eróticas poco gratificantes, intimidades pobres, rutinarias o escasas.
Al igual que una planta, que requiere atenciones y cuidados para crecer hermosa, la vida erótica entre dos personas requiere de unas condiciones, de un lugar un espacio y un tiempo para poder crecer y expandirse y por supuesto disfrutarse.
El lugar y el espacio donde ocurre gran parte de la vida erótica es la propia relación de pareja.
Y hay relaciones de pareja más estimulantes que otras de cara a activar deseos, y a la riqueza de la vida erótica que finalmente se construye y comparte.
Por supuesto, y aunque parezca obvio (a veces no se ve tan claro), cuanto más cuidamos algo, mejor andará. Algunas parejas se sorprenden del poco espacio que ocupa la vida sexual en su relación, cuando en realidad sus agendas, sus compromisos, obligaciones, les dejan tan poco tiempo desocupado, que justo la intimidad se relega al último plano de todos. Esto no es extraño teniendo en cuenta que dedicación y cuidado no son palabras que se asocien demasiado a “vida sexual”, porque solemos creer que si dos personas se quieren y se gustan, las relaciones surgirán con fluidez y espontaneidad (palabra esta última muy asociada a sexualidad).
Incluso en el tiempo común de ocio que muchas parejas comparten, los líos son tantos que la intimidad, el contacto simplemente no puede darse, no tienen espacio propio ni tiempo donde ocurrir. Cuando además hay hijos, la vida de la pareja pasa a ser engullida por la vida familiar, y el poco o mucho espacio privilegiado e íntimo que compartían, simplemente se esfuma.
Siguiendo el símil de las plantas (muy apropiado para este tema), si acostumbramos a hacer un hueco al erotismo en nuestras actividades habituales, estamos contribuyendo a la riqueza de la vida erótica compartida.
Dado que las relaciones sexuales son (o deberían ser) un juego placentero entre dos, las relaciones más juguetonas, con un tiempo en común más satisfactorio, permitirán más ocasiones para el juego sexual, para el contacto, el roce y el encuentro erótico, ya que el juego en sí mismo, divertirse, reír y sentirse en sintonía con la otra persona que es la pareja, es un espacio más que apropiado para cultivar la intimidad erótica y el placer compartido con los cuerpos y los sentidos.
Cuando dos personas acostumbran a mirarse, escucharse, divertirse, buscarán de manera más frecuente y fluida la cercanía corporal y el contacto, que cuando comparten sobre todo prisas y rutinas.
A veces consideramos (y consideramos mal) que la satisfacción de la vida erótica en pareja depende solamente de lo que ocurre en el dormitorio, aunque esta cuestión también tenga importancia. Pero además, son muchas las complicidades cotidianas que pueden contribuir a “enredar” a dos hacia el cuarto. O por el contrario, otras tantas las circunstancias que restan posibilidades de intimidad.
¿Cuánto de su tiempo pasa con su pareja sin tener compromisos concretos que cumplir? A veces, realizarse esta sencilla pregunta puede darnos algunas pistas sobre el lugar que dejamos para los encuentros.
La sexualidad como algo personal…que puede compartirse
Aunque uno de los lugares de la vida erótica es la propia relación de pareja, la sexualidad y los deseos parten de cada uno de nosotros y nosotras. Y al igual que existen relaciones de pareja que estimulan más y mejor los deseos individuales, existen también estilos de vida y actitudes personales más eróticos que otros. No hay motivo para pensar que una persona para la que la “sexualidad” es algo poco valioso, vaya a desear simplemente por el hecho de tener pareja. Sin embargo, las personas para las que la vida erótica es una fuente importante de satisfacción y por tanto se miman, cuidan e interesan por conocerse (con todo lo que ello conlleva), obtendrán también más y mayores satisfacciones junto a la pareja que deseen tener.
En cualquier caso, se trata de un aprendizaje personal, que guarda relación con las vivencias de cada uno o una. No obstante, todos y todas, independientemente de nuestras circunstancias, podemos aprender a valorar y disfrutar nuestra sexualidad, a sacarle más partido y a vivirla de la manera más plena que nos sea posible.
La riqueza y la variedad no consisten en replicar el kamasutra…
La idea que las personas (y las parejas) tienen sobre en qué debe consistir una relación erótica, también puede limitar o enriquecer la vida sexual de ambos.
Cuando los dos consideran que la vida sexual se circunscribe a la estimulación genital y la búsqueda de orgasmos, construirán una vida erótica con menos posibilidades que aquellas que sean capaces de disfrutar con o sin genitales de por medio, sin la meta del orgasmo como objetivo primordial. No se debe confundir la riqueza o variedad de la vida sexual con la variedad de posturas en el coito, o con cambiar el lugar donde se practica. Una importante fuente de posibilidades está en ampliar los límites de lo que puede dar placer. Y para eso, todo nuestro cuerpo está a disposición. Cuando las relaciones sexuales entre dos se convierten en una carrera hacia el coito y el orgasmo (en el coito), las caricias acaban siendo una “herramienta” para lograr lubricaciones y erecciones. Y cuando las caricias se convierten en instrumento, dejan de tener sentido cuando los coitos y los orgasmos no son posibles, o simplemente no se desean. Y con esto, se reducen posibilidades de contacto y de disfrute.
Aquellas personas que consideran que el placer puede encontrarse con orgasmo o sin él, en todas las caricias (sean genitales o no), sin coito y también con él, que la masturbación también es una posibilidad a compartir entre dos (y no solamente un juego solitario), se convierten en personas más receptivas al placer, porque son capaces de divertirse más y jugando a más cosas. Y no hay mejores amantes…
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