Cristian Camilo Osorio, de 13 años y estudiante de séptimo 1 del colegio San Jorge, escribió el siguiente cuento. Puede encontrar este mismo cuento en el blog del Programa Prensa Escuela, colgado en el home de www.lapatria.com
¿Imaginas que un día cualquiera despertaras y de pronto estuvieras en el desierto, qué harías?
Sería enfrentarse a casi una infinidad de problemas, ya que el desierto como hermoso y fascinante, también puede ser peligroso e intrigante.
Un día al despertar abrí los ojos y me encontraba en un gran desierto. Hacía demasiado calor, tanto que sentía deseos de arrancarme la ropa y usarla de sombrilla para crear un poco de sombra.
Al principio pensé que estaba soñando, así que comencé a caminar, pero después de un rato me encontraba sudando a chorros y extremadamente cansado, ahí comencé a pensar que era realidad.
Seguí caminando. A pesar de mi cansancio seguía pensando que estaba soñando, sentía mucha sed y mucho calor. En ese momento me di cuenta de que todo era real y estaba en serios problemas. Me insolé y deshidraté.
Me preocupé y empecé a hacer un turbante para protegerme. También empecé a buscar alguna señal de agua como espejismos, ruidos de alguna corriente, vegetación o algún cactus.
Se hacía tarde, el sol empezaba a irse y me sentía todavía más cansado, también me empezaba a dar hambre.
Ahora ya no pensaba en agua, en comida, en sombra y ni siquiera en volver a casa, pensaba en hacer fuego y encontrar un refugio antes de que se apagara el sol.
A lo lejos vi una cueva, me acerqué y la inspeccioné para que no hubiera animales peligrosos. No había nada, pero parecía un refugio abandonado lleno de madera y una candela casi agotada, con eso encendí una fogata y pude dormir.
Al día siguiente de nuevo sentía calor, pero esta vez cuando me levanté vi un espejismo, entonces salí corriendo hacia ese lugar, ya que los espejismos son el reflejo del sol con el agua.
Llegué allí y el oasis estaba casi seco, la vegetación estaba marchita y el agua sucia y contaminada, me sentí más cansado que nunca, pero tenía tanta sed y tanta necesidad de agua, que partí una planta cercana.
Otra vez me puse en marcha y vi a lo lejos un cactus, le quité las espinas y bebí su agua, quedé tan satisfecho que recuperé todas mis energías.
Se hacía otra vez de noche y necesitaba otro refugio, encontré otra cueva, pero no había forma de prender fuego, esa noche no pude dormir.
Al tercer día de mi tormentoso viaje, me levanté y vi un grillo, llevaba tres días sin comer y sin pensarlo lo agarré y me lo metí a la boca. No tenía muy buen sabor, pero en mi estómago se sentía muy bien.
Seguí caminando, ya volvía a esconderse el sol, vi cinco camellos en fila y en sus lomos iban montadas personas. Salí corriendo y les grité para que me ayudaran, ellos me vieron y pararon, les hable de mi situación.
Ellos parecían no entenderme, hablaban otro idioma, y cuando les empecé a hacer señas, DESPERTÉ.
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