Óscar Veiman Mejía
LA PATRIA | Manizales
La motocicleta de Diego Fernando Jaramillo en realidad es utilizada como si fuera una camioneta o un campero. El señor la convierte en un vehículo de carga con dos llantas. En una canasta apoyada sobre una tabla transporta en un solo viaje hasta 13 racimos de plátanos, amarrados con pedazos de neumático. Sentado en el tanque negro, conduciendo y rodeado de gajos verdes, es a primera vista una curiosidad. A la vez es una muestra de rebusque diario, reflejada en el sudor que baña su cara bajo un casco negro. Él y su carga también configuran una clara infracción de tránsito en una carretera en la que ocupan, bajo riesgo, hasta un metro y medio de los siete de ancho.
Todos los días viaja 33 kilómetros entre la vereda Bareño, cerca del casco urbano de Aguadas, y La Pintada (Antioquia). En el mercado del municipio antioqueño vende a siete mil pesos cada racimo, que compra a tres mil y corta en fincas vecinas de su casa.
Antonio José Tangarife, del asilo del corregimiento de Arma, ve pasar al motociclista todos los días. "Me llama la atención con toda esa carga, es un berraco para conseguir la plata", dice.
El viaje comercial de Diego Fernando incluye unos 15 kilómetros por carretera pavimentada y 18 por destapada, todos con curvas y más curvas. Los huecos, que nunca faltan, son su principal obstáculo en el Plan del Oro, antes de llegar a La Pintada. En verano es más transitable, como él mismo dice.
En la región lo llaman el playero o el platanero. Saben que es el hombre que baja con el producto que en cuestión de horas estará en el sancocho, o en los frijoles de familias paisas.
Los siete meses de su nuevo trabajo, antes era recolector de café y de frutas, le han dejado una capa de mancha de plátano en sus manos callosas y gruesas. Su piel tostada por el sol contrasta con sus ojos claros.
Comenta que con su trabajo le alcanza para el pan de cada día, gracias a la Suzuki que negoció en La Pintada por 700 mil pesos. "Diario me gano 20 o 25 mil pesos con los que me alcanza para la comida de la familia. Vivo con una señora y con José Manuel, de 12 años, quien estudia en la escuela de la vereda La Leticia".
Rebuscando
Diego Fernando, de 34 años, habita en un municipio que, como en los otros de Caldas, se lucha contra el desempleo. Las autoridades no tienen cifras, pero en Aguadas la alcaldesa sabe que empresas de cítricos, flores, además de obras viales y de construcción de vivienda impactan contra el desempleo. "La gran dificultad es para los jóvenes que salen de bachillerato", comenta la mandataria local.
El platanero se gana la vida en esta lógica rural, lejos de la urbana, en sectores como el transporte. Los sobrecupos en los yips escolares y las sobrecargas en los mismos camperos y chivas son bajo riesgo en estas zonas lejanas a Manizales. El Código de Tránsito parece no aplicar ante las distancias y menos frecuencia de rutas, y sobre todo ante las necesidades del campo. Las posibilidades de trabajo también son escasas, no hay industrias y el agro sigue siendo la opción.
Si el campesino fuera con su moto y su carga por una calle de Manizales, por ejemplo, tendría que pagar medio salario mínimo (294 mil pesos, es decir lo que se gana en 12 días), por una falta que se llama carga sobredimensionada.
"La Policía no me dice nada", indica el motociclista. "Mejor dicho, ellos me dejan trabajar".
La ruta de rebusque de Diego Fernando Jaramillo pasa por la carretera Aguadas-La Pintada todos los días, cargada de plátanos, un día; de naranjas, otro, y de yucas, uno más. Siempre vestido de esperanza, casco negro y botas blancas.
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