Ahorrar era una palabra que no salía de la mente de Víctor Alfonso Flórez Soto, de 30 años. El hombre, de cabello blanco y corto, como lo recuerdan sus compañeros, era el que mejor guardaba la platica que se ganaba en la mina. "Hace poco se compró una moto. Todavía la estaba estrenando", dijo un amigo.
Pese a su gusto por la minería, sentía temor. Por eso no le gustaba trabajar muy adentro de la mina, pues era muy nervioso y precavido. "Si veía alguna puerta fracturada o movida, de una mandaba la razón para que la cambiaran ligero. Le gustaba que el sitio de trabajo estuviese en óptimas condiciones", manifestó un compañero.
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