“¿Con esta fue que mataron a Galán, no es cierto?”. Esta expresión hace parte del testimonio que en Montreal (Canadá) le entregó a la Fiscalía General de la Nación Norberto Murillo Chalarca, quien fue señalado de haber participado en el asesinato del caudillo del nuevo liberalismo Luis Carlos Galán Sarmiento, hace ya 25 años.
En una diligencia a finales de agosto, que tomó varios días, Murillo le cuenta a la Fiscal 39 Especializada el giro que dio su vida pocos días después del magnicidio, cuando fue detenido en la oficina del entonces empresario Javier Valencia, ubicada en el centro de Bogotá. Hasta allí llegaron “como un ventarrón” varios agentes de la Policía Nacional para señalarlos de ser autores del crimen.
A sus 58 años, este tolimense oriundo de Santa Isabel, hoy radicado en Canadá, dedica sus días a consignar en un libro la experiencia que por varias semanas lo tuvo a punto de la muerte, tras torturas, señalamientos que no admite, tal como sucedió con Alberto Jubiz Hasbún (detenido ese mismo día junto a Murillo Chalarca) y quien tras varios años en prisión logró demostrar su inocencia pero falleció poco tiempo después, ya en libertad.
Hoy desde el exterior, este comerciante de esmeraldas no duda en señalar al director de la Dijin para la época de los hechos, entonces coronel Óscar Peláez Carmona como el responsable del montaje que quiso, a como diera lugar, señalarlo a él y a Jubiz Hasbún, entre otros, como los directos responsables del asesinato.
“El primer día él estuvo presente cuando nos tomaron las fotos, él manipulaba a sus subalternos, sobre todo lo que había que hacer con nosotros, él llegaba con un grupo atrás y daba órdenes”, recuerda Murillo al describir el momento en que Peláez Carmona se hace presente en el escenario descrito durante la diligencia.
Ocho días sin dormir
Según el relato del testigo, a la oficina donde fue detenido llegaron Luis Alberto González, Pedro Telmo, y Armado Bernal, quienes junto a él vieron cómo el caso se empezó a torcer en su contra. El último en llegar fue Alberto Jubiz Hasbún. Casi de inmediato “golpean fuerte, se abre la puerta, entra como un ventarrón todo el grupo de policías, no recuerdo si estaban de civil o algunos iban uniformados”, dice el testigo.
“El teniente entra primero (…) y luego sale a pedirnos papeles de identificación… había un arma de Luis Alfredo González que tenía salvoconducto, esa arma se perdió o ellos se quedaron con ella. Y es ahí donde empieza el montaje”, recuerda Norberto Murillo. Según se desprende de la declaración, el plan para que se diera el allanamiento en ese lugar, al parecer se produjo tras una llamada desde Medellín.
El único que no contaba con documentos en orden, pues los había perdido días antes, era Jubiz Hasbún, aunque sí presentó la denuncia por el extravío. Rodríguez, como Murillo identifica al teniente que lideraba el operativo, interrogó a Jubiz Hasbún por su identidad y tras escuchar su apellido exclamó “¡Ah es un israelí!”.
“Para informarle que tengo cinco personas y un israelí”, fue el reporte que según el testigo entregó el oficial al coronel Peláez Carmona. (Minutos antes el ciudadano extranjero –cuenta Murillo- le había precisado a Rodríguez que no era israelí, sino palestino). “Eso está muy interesante, ubíquese en otro edificio”, le respondió el interlocutor cuya voz -dice- se escuchaba como la de una persona “impulsiva y dominante”.
Terminada la conversación se dispuso una nueva requisa y tras encontrar el arma de Luis Alfredo González, el teniente Rodríguez señaló: “¿Con esta fue que mataron a Galán, no es cierto?”. Según consta en el documento tras este señalamiento las preguntas y pesquisas se orientaron por órdenes superiores a encontrar “chaquetas negras”, pues según se dijo así iban vestidos los asesinos del caudillo.
“Me parece muy absurdo que hubieran decomisado las chaquetas negras pues en el atentado, según lo que muestran las fotos del periodista que tomó a las personas que disparaban, no estaban de negro, sino de blanco”, precisó Murillo al desestimar que dichas prendas fueran el indicio para la captura de ese 22 de agosto y añade “los que sí podrían estar de negro eran Peláez (Carmona) y Maza (Márquez)”.
Se esperaba que en el procedimiento interviniera alguien del Ministerio Público, tal como lo manifestaron los uniformados que procedieron con la detención, pero eso nunca sucedió. El edificio en que se encontraban había sido rodeado con tanquetas.
El calabozo (Dijín y DAS)
No pasó mucho tiempo cuanto los detenidos fueron traslados a las dependencias de la Dijín. “Estaba repleto de periodistas”, comenta Murillo y describe la manera como se creó expectativa para que los medios de comunicación pudieran hacer tomas de ellos, tras bajar del camión en el que fueron llevados.
“Ya en la sala de recibo de los calabozos nos humillaron terriblemente, con las armas nos decían que cuidadito decíamos cualquier cosa… que nos iban a torturar y que nos iban a hacer de todo y que nuestras familias serían parte de las represalias”, recordó el testigo, “yo duré literalmente ocho días sin dormir”.
De la Dijín los detenidos fueron trasladados al DAS, pocos días después (6 de diciembre) por orden
de Pablo Escobar estalló la bomba que por poco acaba con esa entidad.
“A las instalaciones del DAS nos trasladaron porque éramos una papa caliente para Peláez Carmona”, agrega Murillo. “Nosotros sabíamos que nos mataría en cualquier momento (…) Peláez no podía contar con todos sus agentes para consumar todos sus macabros crímenes (…) El coronel Peláez Carmona envió nuestras fotos a Soacha y las pegaban en postes y puertas de diferentes negocios y en el CAI (…) incitando a la humanidad a que reconocieran a esos asesinos. Nunca fuimos tratados como ‘presuntos’ ya que el Presidente nos había señalado así”.
“Era tanta la ansiedad que tenía por justificar nuestra detención –dice el testigo en referencia a Peláez Carmona- que no supo especificar qué tipo de entrenamiento era el que yo había recibido”, afirma en referencia a la manera como se quiso mantener el señalamiento en su contra y en el que se manifestó que él (Murillo) había sido entrenado en una finca de propiedad de Pablo Escobar.
Presión
En su relato Murillo hace referencia a Fernando Galeano, un extraditable a quien constantemente se le enrostraba la posibilidad de ser enviado a Estados Unidos, y de quien se afirma era el encargado de manejarle los negocios a Escobar Gaviria. Ante la presión a Galeano, llegó el momento en que éste le comenta a Murillo sobre la posibilidad de que, en caso de ser visitado por uno de sus familiares, alguno le trajera cianuro pues -dijo- “no resistía su inminente extradición”.
Pocos días después Murillo vio cómo la novia de Galeano llegaba al celda junto a un abogado y una juez diciéndole “Fernando queda en libertad, por favor no demore porque no podemos esperar que llegue el coronel y pueda interponerse”.
Las presiones de Carmona eran “diarias”. Tras la fuga de Galeano las miradas amenazantes y las intimidaciones de Peláez se ubicaron sobre Hasbún. “Usted piensa que se va a ir, yo le voy a demostrar que usted no se va”. “Si usted manda más que el Presidente y que el poder judicial se fregó este país”, fue la respuesta que en alguna oportunidad el palestino le dio al exdirector de la Dijín.
Sobre Miguel Alfredo Maza Márquez, entonces director del DAS, Murillo señala en la tercera jornada de la diligencia que escuchó el nombre de Jacobo Alfonso Torregrosa. “Escuché que éste estaba en coordinación con el general Maza en un acuerdo y se habían propuesto hacer el cambio de escolta para debilitar la seguridad de Galán”.
“Ellos no se podían dar el lujo de que nosotros pudiéramos decir que éramos inocentes”, manifiesta Norberto Murillo Chalarca al describir la distancia que siempre quisieron mantener con los periodistas, ante quienes paradójicamente sí los mostraban constantemente. “Nos convertimos en ratón de laboratorio”, dice, y considera que muy seguramente la vista de los detenidos era condicionada a que los comunicadores no preguntaran.
La larga diligencia concluye con una dura crítica de Murillo en contra de Peláez y Maza a quienes señala de “traidores a la patria”.
Destacado
Con Oscar Peláez Carmona ya son tres los Generales de la Policía vinculados al proceso que se sigue por la muerte de Luis Carlos Galán Sarmiento, después del General Miguel Maza Márquez, quien para la época de los hechos era el director del DAS, y el General Argemiro Serna.
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