Las lágrimas y la lluvia fueron las únicas compañías de los pocos familiares de los 12 mineros de Carbones La Cancha, en la vereda La Ferrería de Amagá que decidieron amanecer el viernes, en medio de la oscuridad y el frío, para estar atentos del rescate de sus seres queridos atrapados en medio de la inundación que anegó el socavón donde trabajaban.
Uno de ellos, Walter Restrepo, no sabía si llorar o aceptar la realidad que estaba viviendo con su hermano Johan Andrés Restrepo, de 37 años, quien estaba atrapado a 700 metros de la bocamina.
"Yo desde los 12 años me recorría todas estas minas trabajando, pero llegué a los 18 y reflexioné sobre el peligro y decidí trabajar en una ladrillera que montaron cerca a la Ferrería, donde llevo 15 años. Entonces le dije a mi hermano que se saliera que mi trabajo era de menos riesgo y lo convencí. Trabajó allí solo dos años, hasta que me dijo que el salario mínimo no le servía y se volvió a meter a la mina porque le pagaban por el carbón que sacaba y era más de un millón de pesos y no tenía que laborar los sábados ni los lunes, y ahí está Monosoto, como le decían, en medio del agua y tal vez muerto, porque esas bolsas de agua no les perdonan la vida a los mineros que las tocan", decía en medio del dolor, que con el trasnocho, le volvieron los ojos rojos.
Mientras tanto Milena, una mujer no mayor de 50 años, con una pequeña toalla blanca en sus manos, no dejaba de limpiarse las lágrimas y las gotas de agua que le empapaban el rostro.
"Mi hijo Fausto Albeiro Álvarez García, decía, tenía 23 años, pero era responsable con su esposa y su niña de dos años. No tomaba ni fumaba y le encantaba salir de esa mina a jugar fútbol y señaló una pequeña cancha con piso de concreto, ubicada en una finca frente a la entrada de la mina.
"Trabajó desde los 13 años en las minas y nunca le había ocurrido nada. Le gustaba esa labor y todos los días llegaba sonriente a la casa, por las chanzas que se hacían dentro del socavón, como una vez que le cambiaron el almuerzo", recordó.
La noche fue avanzando, mientras que los socorristas de Salvamento Minero preparaban los equipos para entrar al socavón. Eran 20 hombres, casi todos jóvenes y fornidos vestidos de overoles azules y otros verdes, que entraban al túnel de la emergencia de a cinco personas. No decían nada, pero en sus rostros, iluminados por las lámparas led de sus cascos, se reflejaba la angustia por no poder conectar dos motobombas que habían llevado para retirar el agua y porque la mina está llena de gases tóxicos.
Faltando 10 para las 12 de la noche del jueves, Carlos Mario Usma, Director de Gestión Ambiental y Minera de Amaga, dio a conocer la noticia que estas familias no esperaban escuchar. Este hombre menudo, de no más de 1,60 de estatura, pero conocedor de la actividad minera de su pueblo, se paró en la entrada de la explotación que tiene una fachada no de mina, pero sí de una casa de dos pisos en la que domina en la parte alta un altar de la Virgen del Carmen dijo que forma pausada: "desafortunadamente se ahogaron los 12 mineros y descartamos la posibilidad de encontrar a cualquier compañero con vida".
La información fue contundente, se confirmaba así la información que minutos antes había entregado Cristian Zapata, de unos 20 años de edad, uno de los ocho sobrevivientes de la tragedia.
"Todo fue muy rápido, esa bolsa de agua estalló y no le dio oportunidad a mis compañeros de salir, allá no hay vida", dijo este minero quien tomo una moto y se desapareció en medio de la tinieblas.
Cristian en sus declaraciones, no dejaba de comentar que se salvó, porque salió a recoger la herramienta a las 4:40 p.m. del jueves, ya que su turno culminaba a las cinco de la tarde. A esa hora, aseguró, ocurrió el desastre.
Luego de las declaraciones del funcionario de la Alcaldía de Amagá, todo quedó en silencio, los pocos familiares que estaban en el sitio, porque las otras se fueron a dormir hacia las 11:00 de la noche, retornaron a sus improvisados asientos, los bultos de carbón de piedra que estaban depositados en las afueras de la mina listos para su distribución.
A las 2:30 p.m. un camión rompió el silencio. De su interior los socorristas de Salvamento Minero bajaron pesadas cuerdas eléctricas para instalar un sistema trifásico 440 kilovatios de energía. Eran más de 700 metros para conectar de una planta eléctrica las dos motobombas y un ventilador para sacar los gases, porque sin este procedimiento nadie podía hacer nada para iniciar el rescate.
A las 4:00 a.m. escampó y el solo el cantar de los gallos de las fincas vecinas profanaban el silencio.
Cuando deslumbró el sol la llegada de una camioneta con una avanzada de la escolta del Gobernador de Antioquia, Sergio Fajardo, anunciaba la inminente visita del mandatario.
A las 6:00 a.m. de este viernes en motos fueron llegando de las veredas vecinas, El Cedro, Gualí, casco urbano de Amagá y de la misma Ferrería, padres, madres, esposas, hermanos y algunos hijos de los mineros atrapados, quienes expresaban la angustia en sus rostros.
Hacia las 7:30, el helicóptero de la Gobernación se posó en el parqueadero de la cerrada mina El Silencio y una caravana de vehículos llegó al sitio con el mandatario de los antioqueños.
Después de visitar el socavón las palabras del gobernador marchitaron la esperanza, porque según la situación que observó y la explicación que le dieron los expertos, tenían que prepararse para rescatar 12 cadáveres, porque la inundación y la cantidad de gas metano que se acumuló impedían cualquier asomo de vida, aunque no descartó un muy remoto milagro.
Para el rescate de los cuerpos y la atención de sus familias, afirmó que estaba muy claro lo que se estaba haciendo con todas las personas que se requieren y su prioridad era airear la mina para poder bajar al sitio de la inundación y sacar el agua para recuperar a las víctimas.
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