Aura Lucía Mera y Beatriz López
COLPRENSA / LA PATRIA / Cali
En la noche del domingo, con la charla entre Adolfo Pacheco y Daniel Samper sobre el vallenato y con el fondo musical del acordeón y conjunto de Rodrigo Rodríguez, se clausuró la IX versión del Hay Festival, que reunió a cerca de cien escritores, periodistas, filósofos, músicos y un público ávido que llenó a reventar todos los auditorios.
La cita anual de visitantes internacionales que alternan con caleños, cachacos y costeños, convierte a este Corralito de Piedra en una auténtica torre de babel. Además del Presidente Santos y su esposa Tutina, los palcos del Adolfo Mejía se han visto colmados de ministros y dos expresidentes, Belisario Betancur (y Dalita) y Ernesto Samper (y Jackie).
La temperatura ha llegado a los 32 grados y la brisa ha hecho de las suyas revolcando peinados, volando sombreros. Este ambiente mágico que desde hace 9 años se toma a Cartagena puede hacer que algunas personas digan que el ‘Hay’ es un encuentro elitista.
Pero después de cuatro días de escuchar y dialogar sobre libros, autores, creadores literarios, intercambiando ideas, todos salimos mejores seres humanos. Estos encuentros nutren el espíritu. Abren las puertas del alma a nuevas dimensiones.
John Boyne se ganó la audiencia. Este dublinés, autor de ‘El Niño con el pijama de rayas’, nos impactó a todos. Su último libro ‘Quédense en la trinchera y corran’, también nos mete en los horrores de la Primera Guerra Mundial, que empieza cuando su protagonista cumple 5 años, y le da la voz para compartir con los lectores su visión de esta tragedia, en la Inglaterra de 1914.
La inocencia en la mirada de los niños es tal vez el arma más poderosa de Boyne para que los lectores se estremezcan ante las atrocidades demenciales de las guerras. Boyne sonríe cuando Peter Florence le pregunta qué más le gusta hacer, fuera de escribir y, casi ruborizándose, confiesa que es lo único que sabe hacer.
Juan Carlos Iragorri, Enrique Santos y Antonio Caballero fueron muy aplaudidos en el patio del Claustro de Santo Domingo, donde no cabía un alma, con sus comentarios inteligentes, mordaces, analíticos y valerosos sobre el papel de los medios de comunicación en la política colombiana.
Enrique recordó la época feliz de Alternativa, la revista contestataria que puso en jaque al establecimiento y la cual, al final, la estranguló el bloqueo publicitario y económico. Admitió tener nostalgia al haber tenido que callar su voz periodística por sus afinidades familiares al estar metidos en la política nacional su hermano Juan Manuel, actual mandatario y su primo Francisco, exvicepresidente.
Antonio Caballero estuvo especialmente inquisitivo y ávido, al recordar palabras innombrables en el recinto como la mermelada repartida al Congreso para la reelección de Santos. Fue una velada de ping pong de mentes agudas y brillantes. Juan Gossaín desperdició a González
Uno de los conversatorios más esperados era el de Tomás González, autor de ‘La luz difícil’ y ‘Temporal’. Quizás porque este escritor antioqueño, sobrino de Fernando González, se liberó del síndrome garciamarquino y hoy es considerado una de las plumas más brillantes del país. Pero Juan Gossaín se enredó tratando de interpretar al escritor y lo despachó como pudo. Claro, hay que decir que González no es la mata de la locuacidad. La sensación que quedó en el público fue que Gossaín desperdició al personaje.
Héctor Abad, Juan Gabriel Vásquez y Piedad Bonnet abordaron sus diálogos sobre el doble papel o la doble función de novelista y columnista. Juan Gabriel arremetió contra el procurador Ordóñez, y resaltó la importancia de tener un espacio de opinión para contradecir los abusos de los que ostentan el poder. Piedad resaltó la oportunidad de comunicar a sus lectores su manera de percibir las cosas e invitar a la reflexión.
Ignacio Ramonet, quien fuera director de Le Monde Diplomatique por muchos años y presidente actual de Media Watch Global, autor de un libro sobre Hugo Chávez, desde su infancia hasta su llegada al poder, tuvo la valentía de enfrentarse, afortunadamente a Lee Anderson como moderador, para darnos una lectura diferente a la que nos llega a los colombianos sobre la personalidad, la pasión bolivariana y los logros de Chávez, que cambió las estructuras políticas de Latinoamérica.
Tuvo que aguantarse las rechiflas de una parte del público, polarizado de la extrema derecha, que ni sabe escuchar ni admite diferentes puntos de vista.
Para destacar, la conversación de Felipe González con el periodista Rodrigo Pardo, donde se refirió a la actual crisis económica de España y su último libro.
La cuota española también incluía a Rosa Montero y Vanessa Monfort. Su diálogo fue como un bálsamo, conversando sobre la novela de esta joven escritora española, Vanessa, que ha subido a la fama como el champán, con su libro ‘La leyenda de la isla sin voz’, donde penetra en el sórdido mundo de lo que actualmente se conoce como Roosevelt Island Manhattan, que se inició como presidio, manicomio, exterminio y olvido de los más pobres y marginados que eran abandonados dentro de esas paredes para jamás regresar al mundo exterior.
La noche del sábado tenía el mismo sabor de alegría que le regala a propios y extraños la magia de Cartagena. De pronto, la Plaza de Santo Domingo se fue llenando abruptamente de tambores, música de papayera y saltimbanquis. A media cuadra, en el Restaurante Portón de San Sebastián, hacía su entrada triunfal una caravana extraña, conformada por un periodista disfrazado de arzobispo y a su lado el escritor Gustavo Álvarez Gardeazábal, acompañado de la contralora general de la República, Sandra Morelli, que vestía minifalda dorada.
Adentro del restaurante estaba la Ministra de Transporte, la Directora del Sena, el Registrador Nacional, políticos del Valle, amigos y simpatizantes del escritor. ¿El motivo? Lanzar por fuera del Festival su último libro ‘La misa ha terminado’, del cual repartió 500 ejemplares, como protesta por no haber sido invitado al magno evento.
El ‘happening’ terminó y la noche cartagenera siguió su rumbo, y nosotros nos despedimos del ‘Hay’.
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