Tener hijos en la etapa de la adolescencia es bastante complicado para los padres. Los cambios en ellos se convierten en una tarea para los progenitores.
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Ser padre o madre implica una lucha diaria por hacer de nuestros hijos cada vez mejores personas. Cada etapa trae su complicación. Sin embargo, por lo general, la que más dolores de cabeza trae es la adolescencia y, según encuestas (por ejemplo la realizada por familia.info), le siguen la preadolescencia, la primera infancia, la juventud, y por último la escolar. A continuación, algunas recomendaciones que les serán de ayuda a los padres con hijos adolescentes.
Lo primero: informarse
Cada etapa tiene sus luchas con relación a la crianza, pero es la adolescencia la que resulta más retadora para los padres, precisamente por los cambios hormonales que influyen en el plano físico y emocional de los chicos. De ahí que para aprender a manejar las posibles situaciones difíciles, es determinante conocer a fondo qué es lo que ocurre en la adolescencia, de esta manera se partirá del conocimiento y la compresión. El primer paso entonces es informarse y prepararse, incluso mucho antes de que los hijos se conviertan en plenos adolescentes.
El porqué del comportamiento
“A veces, se muestran irreflexivos, se angustian, o entran en pánico. Su conducta resulta algo extraña y muchas veces ´desconcertante´...” A muchos padres se les puede hacer familiar esta descripción de la autora Carmen Gómez, pero todo tiene un porqué. La autora destaca tres elementos que explican dicho comportamiento:
- La angustia: es uno de los fenómenos más frecuentes en el adolescente. Esta angustia a veces se expresa en forma de miedos, o de sentimientos de extrañeza, o en nostalgias. Otras veces se elabora en forma de rebeldía, depresión, soledad... etc.
- La inseguridad: Junto a la angustia, e inseparable de ella, surge la inseguridad. El adolescente se nota incierto ante sí y ante lo que le rodea, por eso es ambivalente frente a la mayoría de las cosas.
La introversión: La inseguridad y la angustia, unidas a su capacidad de conceptualización, conducen al adolescente a un “meterse en sí mismo”. Se vuelve introvertido y se plantea una serie de cuestiones acerca de él mismo: ¿Quién soy yo?, ¿qué quiero?, ¿adónde voy? No le resulta fácil contestarse: no se comprende a sí mismo y por eso piensa que los demás tampoco le comprenden. Esto lo desanima, duda de sí, se siente inseguro y todo ello contribuye a que se aísle.
Manejar la autoridad asertivamente
Los padres no pueden perder el miedo a exigir y a ejercer la autoridad en la familia, pero sin perder el cariño, la cercanía, la comunicación y la alegría. Por lo tanto no se necesitan gritos, ni amenazas, basta unas palabras firmes para dar una orden. Se debe evitar a toda costa “salirse de casillas”, ser irrespetuosos al corregirles, e igualarse a su comportamiento inmaduro; de ser así, los padres perderán toda autoridad. Tampoco se debe hacer lo contrario de lo que se le exige a los hijos; hay que ser coherentes.
Los límites y normas deben estar más presentes que nunca, es ahora cuando más las requieren. También se les debe asignar deberes, es la única forma de que aprendan a ser responsables y a valorar el esfuerzo.
Comunicación, la mejor herramienta
Es usual que los padres les hablen mucho a sus hijos y les escuchen poco. Escuchar sus opiniones, sentimientos, alegrías y dificultades constituye un aspecto determinante para lograr la confianza del adolescente porque constituye el verdadero diálogo.
La cifra
11 a 19 años es la etapa de la adolescencia, según la Organización Mundial de la Salud.
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