Heredero de una tradición
A sus 13 años se destaca como tejedor de sombreros. Oportunidad laboral. Visión.
Carlos Mario Ríos
LA PATRIA | AGUADAS
Si usted conoce un adolescente de 13 años de edad que tenga una historia para contar fuera de lo común siéntase orgulloso. En esta época las respuestas de cómo administran el tiempo los jóvenes se resumen entre sus labores académicas, un computador, ver televisión, la tablet, el Xbox, videos de Youtube y cientos de opciones virtuales que hacen del tiempo algo efímero y quizás poco productivo.
En Aguadas encontramos a Jhohan Blandón, que quiso desde hace dos años romper los esquemas de los jóvenes de su edad para recrear su tiempo libre y desarrollar una destreza manual con el tejido de iraca y además convertirla en su opción de negocio.
Estudiante
Jhohan sigue su vida y su etapa evolutiva como muchos adolescentes, estudia en la Institución Educativa Marino Gómez Estrada de la localidad en el grado séptimo, juega fútbol en el descanso, hace sus tareas como los demás chicos y además dedica parte de su tiempo a tejer sombreros, legado de su madre y su abuela, quienes también son tejedoras de la región.
Este adolescente abrió las puertas no solo de su casa, sino también de su alma para compartir con orgullo esta tradición que no terminará cuando las manos cansadas de cientos de tejedoras de la Tierra de las Brumas dejen de cruzar hilos de iraca. Él está convencido que tejer un sombrero semanal, mientras ve televisión durante más o menos cuatro horas diarias, o escucha rap, su ritmo favorito, está ayudando con el sustento del hogar, a pagar los recibos de la luz y las cuotas semanales de $5.000 del acolchado con el que cubre su cama y que es de su equipo de fútbol favorito: el Atlético Nacional.
Anécdotas
En su cara se denota algo de timidez, pero no duda en compartir algunas anécdotas sobre cómo ha ido adquiriendo autonomía e independencia para manejar sus propias finanzas, lo que es ajeno para cientos de adultos quienes ven en $25.000 un valor inocuo, y que para él se convierten en su salario semanal cuando vende su sombrero, para comprar lo que será su insumo para la siguiente semana (paja en rama), pagar su crédito, ahorrar en su alcancía y apoyar en una que otra compra del mercado familiar.
Diana, su madre, asegura que cuando lo sentó a tejer como castigo por molestar a sus compañeros de colegio, no se imaginó que este trabajo artesanal le gustaría. Recuerda que un día hablando con Marina Valencia, la profesora del Jhohan, le sugirió que le enseñara a ocupar su tiempo en algo productivo. Diana decidió mostrarle que este legado familiar le ha ayudado muchas veces para su sustento y hoy ve un gran potencial en su hijo que la enorgullece.
Para Jhohan hay una recompensa vital porque a sus 13 años es un todo un ejemplo. Él también colabora con las labores del cultivo de la mora, algunas tardes camina unas cuadras desde su casa a ayudar con la recolección de la fruta que le enrojece sus manos. La vida de este adolescente es una mezcla de actividades productivas, que para su edad se convierten en pasatiempos y orgullo para su familia. Él es el presente y el futuro del legado cultural del sombrero aguadeño.
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