LA PATRIA | Manizales
"El 24 de diciembre de 1994 me enteré que el Niño Dios eran mis papás", recuerda Mónica González. Días antes, con solo seis años, notó que algo no cuadraba.
"Vivíamos en Las Colinas. Mi papá tenía un local de juguetes en la casa. Nos dijo: 'Elijan de esta mercancía'. Me pareció raro". Las hermanas señalaron dos casas de la Barbie.
El 24 de diciembre a don Ricardo y a doña María Eugenia les cogió la tarde para empacar. "Estábamos en la sala y nos dijeron: 'Vamos al segundo piso. Salgan a ver el alumbrado de la casa', y nos obligaron a salir. Yo miré hacia una ventana de la casa y vi a mis papás pasar con las casas en las manos".
Reaccionó de inmediato. "¡El Niño Dios no existe!, grité llorando. Mis papás me explicaron. ¿Por qué tenían que mentirme? Eso me decepcionó", cuenta.
Años después, en un seminario de crecimiento personal le indicaron que los padres les da mal ejemplo a su hijo al “asegurarle que el Niño Dios trae los regalos”. Se convenció de que si tenía uno le diría la verdad desde el principio.
“Mis papás me dan los regalos de Navidad”, dice Valeria, de solo dos años. Cada 24 de diciembre, Mona, como la llaman, escribe en la tarjeta: De mamá, para Vale. “Es mejor evitarles una amargura. En últimas, ellos se ilusionan por los regalos, sin importar quién los entregue. Entonces, ¿para qué mentirles?”.
Aclara que decirle a su hija que el Niño Dios no entrega los regalos no significa que no existe. “Nosotros le inculcamos la fe católica. La invitamos a que le rece al Niño Dios para que ayude a papá y a mamá a comprar los regalos. Le digo que él existe, pero soy yo quien le da los obsequios”.
Mónica tiene seis meses de embarazo. “Es una niña. Se llamará Isabela. Voy a enseñarle lo mismo”, afirma.
Qué hacer
La psicóloga Diana Carolina Manjarrés aconseja hablar con naturalidad cuando un niño se entera de que el Niño Dios no entrega los regalos. “Sea por accidente o porque los padres deseen contarle deben hacerlo sin miedo. Es una tradición que crea algo mágico. Ocurre lo mismo con los mitos de Papá Noel y el Ratón Pérez. Todos los niños no reaccionan de la misma manera. Unos lo reconocen fácilmente, otros no. Si su hijo llora no debe aterrarse. Es mejor dejarlo que se desahogue. Luego se le pasa”.
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