
LA PATRIA | MANIZALES
Los horrores de la guerra vuelven a estar en el recuerdo de los colombianos, pero esta vez no como un descarnado y cruel relato de aquello que tanto dolor produjo, y nada más, sino como una manera de saber que hay personas víctimas de la violencia que anteponen el perdón y la esperanza a la ira y la venganza.
Eso es lo que recoge en su libro Perdonar lo imperdonable la periodista y presentadora en W Radio y en CM& Claudia Palacios, quien presentará hoy a las 11:00 a.m. en el Éxito del Centro Comercial Fundadores su trabajo de 126 duras y reales historias hechas en un año y medio de recorrido por todo el país.
Allí más que los crueles relatos por masacres, atentados o violación de derechos humanos de los actores del conflicto en Colombia, lo que hace la comunicadora es mostrar el interés de sus personajes porque haya una paz que nos ayude a acabar de una vez por todas con tanto abuso y violencia que ha afectado de manera directa a muchos colombianos. De ahí su llamado a que todos acojan el propósito de la paz.
- ¿Perdonar lo imperdonable es el resultado de un sueño, de una vivencia, de un reto o de una convicción?
De una conclusión a la que llegué después de reunirme con muchas víctimas, exvictimarios y personas que trabajan desde entes gubernamentales, ONG y fundaciones para tratar de buscar respuesta a esta pregunta: ¿Tienen razón los que apoyan o los que no apoyan el proceso de paz? Esas personas me enseñaron que todos tienen la razón, pero que no importa cuál sea esa postura, ningún colombiano está eximido de ser un constructor activo y directo de paz. Esas personas, con su ejemplo, nos dan ideas para que desde nuestros respectivos roles, todos aportemos a la paz. Y pensé que como esas historias ejemplares no hacen titulares en los medios de comunicación, -que estamos chiviados con la noticia de la paz-, era necesario contarlas para que sirvieran de insumo a una opinión pública que, a mi juicio, no ha tomado conciencia de que la paz es una construcción cotidiana e individual, y no una firma de un papel.
- ¿Qué tan difícil es pasar de ser una periodista y reportera exitosa, a meterse en el complejo campo de la reflexión, el convencimiento y la persistencia por la paz?
Creo que ser reportero incluye, por principio, pensar y reflexionar sobre cuál es el objetivo de informar, y sobre cómo se debe informar para cumplir ese objetivo. Siempre he pensado que el periodismo es un servicio social, y que si no se ejerce como tal no tiene sentido. Para hacer este libro en el que empiezo diciendo que "Para hacer la paz no es estrictamente necesario firmar un acuerdo de paz", igual que para el anterior, he sido tanto o más reportera que para hacer coberturas en televisión o en radio durante 18 años de trabajo. Y como ciudadana deseo la paz, por lo tanto no veo razón para separar mi trabajo como periodista de mi deseo de una Colombia en paz, más cuando es el trabajo como reportera el que me lleva a concluir que la paz que todos queremos no es cuestión de firmar un papel -hemos firmado 6 procesos de paz en los últimos 30 años y no hemos tenido paz-, sino de que todos aportemos con nuestro talento, conocimiento y tiempo, desde la cotidianidad de nuestros respectivos roles, a la construcción de una Colombia desconocida para todos, que es una Colombia en paz.
-¿Las experiencias vividas y el material recolectado, a pesar de la dureza de las historias, le hacen creer que el perdón es sincero y que esta vez sí es posible la paz?
Creo que muchos de los que fueron victimarios piden perdón con sinceridad y arrepentimiento. Creo que hay un porcentaje que aprovechará para bien de todos la segunda oportunidad que reciban, pero que no están arrepentidos; y si bien ese arrepentimiento facilita que sean acogidos en sociedad, también creo que lo que más facilita esa acogida es que no vuelvan a delinquir, incluso si no están arrepentidos o cuando el arrepentimiento es débil. Diferencias ideológicas siempre tendremos, y eso siempre suscitará discusión, por lo tanto el objetivo no debe ser que todos pensemos igual sino que no nos matemos por pensar diferente. En ese escenario la paz es posible en una sociedad en conflicto no bélico.
En el libro hay historias descarnadas que dejan en evidencia que un conflicto no tiene límites, pero ¿qué fue lo que más le impactó del material recolectado?
La guerra en Colombia está más que contada por cada exsecuestrado que ha contado su tragedia en libros y entrevistas; por cada periodista que ha cubierto orden público y ha hecho libros sobre determinados operativos; y por un gran número de sociólogos y académicos que han producido contenidos enormes sobre cada masacre, desplazamiento y atrocidad. Aunque mi libro recuenta hechos de guerra, todas las historias terminan con la superación de la guerra a través de formas tan nobles como el amor, la fe, el deporte, o el arte. Eso fue lo que más me impactó, que la gente, tanto las víctimas como los victimarios, pueden superar la guerra, no se resignan a ser víctimas para siempre o violentos para siempre. Para multiplicar esas historias se necesita de los 40 millones de colombianos que no hemos sido ni víctimas ni victimarios directos del conflicto, que aporten con algo más que tomar postura sobre un proceso de paz sobre el que no tenemos gran incidencia. La mejor manera de ser solidarios con las víctimas no es contagiarse de su legítima rabia, dolor y frustración; la mejor manera de ayudarlas es reconocerlas, acogerlas y generar proyectos para ayudarles a reconstruir sus vidas.
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