LA PATRIA | Manizales
"Cogí el Avantel y llamé a mi mamá y a la central para que me ayudaran porque había mucha agua. De un momento a otro la joven que iba atrás empezó a gritar, me cogió del cuello y del pelo para que frenara, me iba a ahorcar, pero la verdad es que la naturaleza es tan fuerte que solo la frena Dios".
Esas son las palabras de Alquíber Echeverri Ríos, de 33 años, el taxista que en la noche del lunes conducía el vehículo amarillo modelo 2013, con número lateral 0182, que fue arrastrado 400 metros en el sector de la Comuna Ciudadela del Norte, por la avalancha de la quebrada El Guamo.
Al acudir a la cita con LA PATRIA, en el Cable Plaza, Echeverri (quien llegó con traje de sastre, cuando los periodistas se lo imaginaban más informal) narró su historia. Se desabrochó su blázer, se sentó y contó cómo fue esa noche.
Durante gran parte de ese lunes llovió fuerte en Manizales y ese día Alquíber comenzó su turno nocturno, pues la semana pasada lo había hecho diurno.
1:00 p.m.
Salí de mi casa, ubicada en Villa Café, a la 1:00 de la tarde, y comencé a trabajar. En el transcurso de la tarde hubo mucho qué hacer y normalmente de lunes a miércoles trabajo solo hasta las 9:00 de la noche y luego recojo a mi esposa en Miluzka.
8:30 p.m.
Llovía y salía de La Linda cuando me sonó el celular. Al otro lado de la línea era mi madre que me decía que no trabajara más. Le dije por dónde iba y que me estaba acercado al Centro, pero que el aguacero me impedía ver bien.
8:45 p.m.
En la carrera 20 una pareja estiró la mano y paré. Me abordaron y me dijeron que los llevara a Bosques del Norte. Todo iba bien y cruzando la glorieta para entrar al Solferino, Bengala y San Cayetano, se me adelantaron un Cosmobús y una motocicleta.
El Cosmobús se desvió hacia Samaria y yo continué hacia Bosques del Norte, cuando subía me pareció que a la motocicleta, que se había adelantado minutos antes, le habían tirado un baldado de agua que hizo que colisionara con nosotros. Mi reacción fue frenar y al hacerlo los que iban en la moto cayeron, dejando ver el verdadero tamaño del flujo de agua.
Quise retroceder, pero atrás había otros vehículos. La fuerza del agua empezó a arrastrarnos hacia abajo, maniobré el carro, golpeamos contra un sardinel y ahí llamé a mi mamá y a la central.
El taxi flotaba, la pasajera empezó a agredirme y a gritar, mientras su acompañante trataba de calmarla. Ella quería tirarse por la ventana y sus gritos pidiendo auxilio hacían que me empeliculara aún más.
Empecé a sentir miedo, me acordé de mi esposa, de mi familia y solo le pedía a Dios que parara el carro. Observamos lodo, pedazos de guaduas y también gente que quería ayudarnos, entre ellos, un bombero.
El agua mezclada con lodo nos llegaba hasta la cintura. Quería sacar la mano, pero era más fuerte el miedo, pues el fluido del agua ya era muy alto y la gente nos gritaba que venía una corriente más fuerte, por lo que temía que cayéramos a la quebrada.
9:00 p.m.
Mis rezos aumentaban. Solo pedía al Señor que parara el vehículo, el cual se detuvo en el cruce para entrar a la glorieta. Bajé la ventanilla y la gente nos gritaba que nos tiráramos. La joven se salió por la ventana derecha, se subió encima del carro y gritaba que nos sacaran.
Un socorrista que estaba ahí se tiró con un lazo y llegó hasta donde estábamos. La primera en salir fue ella, después su acompañante y por último yo. Me aferré a un árbol y estando en tierra firme vi a mi papá.
Entré en pánico al ver cómo había quedado el carro. Dos socorristas de la Defensa Civil me llevaron hasta la vía de San Cayetano. Allí Catalina, habitante del sector, prestó su casa para que me valoraran. La mujer me dio algo caliente para tomar, me prestó una cobija y unas chanclas.
Los socorristas y los médicos de la Cruz Roja me hicieron despojar del saco, el buzo, los tenis, las medias y el pantalón que tenía impregnados de lodo.
10:00 p.m.
Sentía dolor en las rodillas y en la parte abdominal izquierda, pero según los médicos, se debía a la presión del agua. Sin embargo, fui remitido al Hospital de Caldas para unos exámenes de orina y descartar un golpe interno. Al salir del hospital me reuní con mi esposa y nos fuimos para la casa.
Pérdida total y sin empleo
Han pasado cuatro días desde el desbordamiento de la quebrada El Guamo, el mismo número que Alquíber lleva desempleado, pues el taxi, que era de un amigo, lo valoraron como pérdida total.
"Mi amigo, cuando llegó al lugar de los hechos, me dijo que lo importante era cómo estuviera yo y que lo material se conseguía después".
Su esposa afirmó que el susto fue grande. Después de lo que vivió, Alquíber tiene pesadillas con su accidente y se despierta con cualquier ruido de carro que escuche. Además, cuando está solo, siente que las cosas se le vienen encima.
"Mi esposa ha sido de mucha ayuda y Dios me dio otra oportunidad de vivir, porque por el invierno muchas personas lo han perdido todo, hasta la vida", concluyó.
Algunos daños del taxi
Daño del bómper trasero.
Computador del motor quemado.
Paral izquierdo hundido.
Farolas fisuradas.
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