LA PATRIA | MANIZALES
Los socorristas de la Agencia Nacional Minera, guiados por los mineros de la vereda El Playón, de Riosucio, trabajaron día y noche el pasado fin de semana para rescatar los cinco cuerpos que faltaban.
Según Catalina Gheorge, gerente de salvamento de esa entidad, el sistema de bombeo que se implantó permanentemente ayudó evacuar las aguas para el rescate.
“El ingreso fue muy bien planeado, tuvimos ventilación, se estuvo muy pendiente de los techos para controlar la caída de rocas. Y obviamente, se excavó en posiciones inclinadas”, explicó Gheorghe.
Ese arduo y constante trabajo permitió que las 5:15 de la mañana, del pasado sábado, los socorristas rescataran el cuerpo número 11 en el pozo cero, que surgió de una excavación nueva.
Por sus prendas todo apunta de que se trata del cadáver de José Rubiel Hernández Chiquito, de 25 años. De ser así, su padre, don Fidel, tendría al otro hijo que faltaba por sacar de los socavones. La semana pasada recuperaron los restos de Jhon Alejandro, de 21 años.
Don Fidel contó que desde comienzos de este año sus hijos viajaban una hora y media desde la vereda Las Piedras de Quinchía, (Risaralda) para laborar en las minas de El Playón, porque les gustaba mucho el dinero. Lo hacían con ganas y alegría, aunque sabían que exponían sus vidas.
A la 1:00 y 5:00 de la tarde del mismo sábado fueron rescatados otros dos cuerpos. Más adelante se confirmó que se trataba de Oliden de Jesús Hernández Reyes, conocido por su compañeros como La Abuela, porque a sus 50 años era el mayor del grupo de mineros.
El otro cadáver era el de Adrián Arley León Uchima, de 35 años, y a quien apodaban como Tano. Sobresalió entre el grupo porque siempre se preocupaba por sus compañeros y su familia.
Ya 13 familias han sepultado a sus seres queridos y faltan dos cuerpos más por sacar. Los indicios apuntan a que están entre los pozos cero y uno. Según el capitán Óscar Mejía, comandante de bomberos de Riosucio, ayer trabajaban con 25 motobombas para que, por fin, cesara el víacrucis de las familias.
“Seguimos la disposición del presidente de la República, Juan Manuel Santos, y de las demás autoridades: los operativos deben seguir hasta rescatar la última víctima de las minas de la vereda El Playón, de Riosucio”, aseguró el capitán Mejía.
"Hacemos todas las tareas para tener noticias positivas lo más rápido posible. La recuperación de los cuerpos que faltan va a depender de que no hayan muchas zonas derrumbadas, que las lluvias disminuyan para que no se entorpezcan las labores y que la fuerza del agua no haya desplazado los cadáveres a lugares muy lejanos", explicó Gheorghe.
Carlos Iván Márquez, director de la Unidad Nacional de Gestión del Riesgo, visitó ayer El Playón. Después de 12 días de labores, expresó que los resultados son visibles y reiteró que la Agencia Nacional de Minería, la Chec y la UNGR serán los últimos que se irán de las minas. "El campamento es lo último que recogemos y nuestra gente es la última que se va".
Precisó que trabajan por encontrar los dos cuerpos que faltan, pero que no se acelerarán. Señaló que las familias ya entendieron porque las labores se han hecho con calma, ya que no quieren improvisaciones ni poner en riesgo la vida de los funcionarios.
Desde Pereira llegaron dos coches fúnebres al cementerio El Carmen, de Riosucio, el pasado sábado, a las 8:30 de la noche. Traían los cuerpos de los mineros Oliden de Jesús Hernández Reyes y de Adrián Arley León Uchima, rescatados ese mismo día en el pozo cero. Ambos eran de la comunidad de San Pablo, zona rural de Supía. Cuando alguien fallece allí, la costumbre es que lo sepultan en Riosucio.
En el ingreso al campo santo, la misa de despedida fue oficiada por el sacerdote Joaquín Elías Franco, del templo de La Candelaria. Allí acudió una multitud de personas a expresar sus condolencias y solidaridad con los afectados. Lo que más conmovió fue el llanto constante de una pequeña al lado de uno de los dos féretros.
“Por fin descansamos de éste sufrimiento, ahora nuestros seres queridos también descansan en paz”, dijo una familiar de las dos víctimas, mientras los sepultureros bajaban los ataúdes al fondo de la cavidad, y la comunidad se marchaba acongojada. En Quinchía fue sepultado el otro minero.
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