LA PATRIA | MANIZALES

Antes del partido entre Colombia y Argentina el pasado viernes, Jhon Éider Giraldo Hernández les aseguraba a sus amigos que ganara o perdiera la selección nacional él iba a armarse un carnaval. Esa fue su última borrachera, porque a la madrugada siguiente le quitaron la vida con un arma blanca y, de paso, le frustraron el sueño que tenía de conformar una familia.

Testigos narraron que a las 4:00 de la madrugada del pasado sábado se escucharon gritos desesperados pidiendo un taxi para socorrer a Giraldo Hernández. Él salió herido de una casa de la carrera 5 con calle 53, del barrio Solferino. Dio unos pasos, pero las lesiones lo hicieron desplomar en la mitad de la calle.

Unos hablan de que le dieron cuatro, y otros, que fueron siete las puñaladas que recibió, entre el cuello y el pecho. La agresión ocurrió, al parecer, cuando la víctima, de 18 años, regresó ebrio a la casa en la que departía.

Los vecinos ignoran lo que pudo ocurrir adentro, pero creen que tenía problemas de tiempo atrás con el presunto victimario. Mientras que la familia del asesinado aseguró que no tenía enemigos, ni amenazas. A ellos los sorprendió la noticia y desconocen cómo ocurrió el crimen.

Malherido, Giraldo Hernández fue cargado por varios vecinos y en un taxi lo llevaron al Assbasalud de San Cayetano, pero por la gravedad de las lesiones falleció, a las 6:00 de la mañana, mientras le hacían una cirugía en el Hospital de Caldas.

Rebuscador

Giraldo Hernández estudió hasta sexto de bachillerato, pero vio que eso no era lo suyo, y prefirió rebuscarse la vida trabajando en la construcción y arreglando prados. También fue ayudante en varias ferreterías.

María Oliva Giraldo era su abuela y lo sentía como si fuera su propio hijo. De hecho, lo acogió en su hogar desde los ocho meses de nacido, cuando la madre de Jhon Éider se lo dejó con la promesa de volver por él, pero no lo hizo. En el velorio solo estuvo cinco minutos y se marchó, dejando un sinsabor para los cientos de amigos y familiares que lo despidieron ayer en la Funeraria La Aurora.

Allegados describieron a la víctima como un ser demasiado alegre, rodeado de amistades por todo el barrio. De hecho, al finalizar la tarde de ayer, su cortejo fúnebre fue acompañado por cientos de motociclistas que iban en caravana por las principales calles del barrio Solferino. Al tiempo, una multitud de personas se aglomeró en las aceras para presenciar la despedida a Jhon Éider, lo que ocasionó trancón por un buen rato.

Al joven le decían Bacalao porque, según sus parientes, “siempre andaba perfumado y bien titino. Además, solía recibir a la gente con generosidad en su casa, era demasiado cariñoso con la familia. De lo que comía en la calle siempre les compartía a sus parientes”, comentó a uno de ellos.

El coronel Mario Fernando Guerrero, comandante de la Policía Metropolitana, contó que hay indicios de su presunto asesino, a quien esperan capturar pronto. Si algo disfrutaba Jhon Éider en sus ratos de ocio era jugar billar.
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Con sus puñaladas el asesino lo mandó, de carambola, a la eternidad.

Otro crimen

Según los vecinos del barrio Jesús de la Buena Esperanza, cada que Juan Guillermo Ocampo Solano se embriagaba era muy problemático, parecía trastornado. El pasado viernes su estado de ánimo colmó la paciencia de otra persona, quien en medio de una pelea, lo mató.

Según el coronel Mario Fernando Guerrero, comandante de la Policía Metropolitana, la riña se originó en una casa de Barrios Unidos en la que consumían licor. A alguien le molestó algo que dijo o hizo Juan Guillermo y lo hirió en una pierna, al parecer, con arma blanca. Cuando el ofendido, de 25 años, reaccionó, fue recibido por su agresor con disparos en la calle.

La víctima fue trasladada al Hospital Santa Sofía, donde falleció mientras recibía los primeros auxilios. El alto mando policial contó que Juan Guillermo pagó una condena por hurto en el 2009. La Policía tiene indicios del presunto agresor e investiga para detenerlo.