LA PATRIA | MANIZALES*
Con la certeza de que sería la experiencia de su vida, Cristian Camilo Perico Mariño partió para México a principios de año a estudiar. En calidad de estudiante en intercambio, el joven de 19 años llegó al país manito, a Veracruz, para salir de su zona de confort y seguir sus estudios en periodismo.
Meses después de haber llegado, con una amiga decidió hacer un viaje a Chiapas, estado que limita con Guatemala, al sur del país. De allí esperaba rescatar la riqueza ambiental y geográfica, pero en su mente se quedó una experiencia traumática con el Instituto Nacional de Migración.
Ruta
La tragedia empezó el 15 de abril, en Semana Santa cuando él y Yovana Márquez, una amiga del intercambio también colombiana, decidieron viajar a Chiapas, estado del sur de México que bordea con Guatemala.
El objetivo del viaje según contó Cristian Camilo a ese medio mexicano era conocer el cañón del sumidero, atractivo natural de esa zona. Conocieron el lugar y, hasta el momento, todo estaba tranquilo.
Mientras regresaban pasaron por varias estaciones de migración sin ningún problema. Los agentes revisaron que tuvieran todos los documentos en regla: pasaportes, credenciales de estudiante y el formato migratorio que los acreditaba como estudiantes de intercambio.
Siguieron su camino y llegaron a otro puesto de revisión del Instituto Nacional de Migración. Los dos amigos colombianos estaban tranquilos porque en las revisiones anteriores no había pasado nada.
En ese punto de control, el agente encargado mencionó que había irregularidades en el sello del pasaporte. Cuando vio que el documento era colombiano, les ordenó bajarse del bus. Ningún movimiento de los colombianos sirvió y los bajaron del bus.
Sacaron su equipaje y los subieron a una camioneta enrejada, conocida popularmente como "las perreras".
Llegaron a la estación y Cristian seguía insistiendo que le dieran solución, pero solo obtuvo burlas por respuesta. Un encargado de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos le dijo que podía revisar su caso hasta el lunes siguiente, porque estaban en días festivos por ser Semana Santa. Incluso un agente dentro de migración le exigió 5 mil pesos mexicanos ($830 mil pesos colombianos) por dejarlo salir.
Respiro
Después de 26 horas, Cristian y su amiga salieron en libertad. Un día y dos horas de sufrimiento y de angustia. La solución fue una llamada que hizo antes de ingresar a la estación. Su interlocutor era el encargado de movilidad de la universidad en donde estaba haciendo el intercambio, que aunque tarde, solucionó el problema. En su maleta, que estaba apiñada en un rincón, tenía 4 mil pesos mexicanos, que se esfumaron ($650 mil colombianos).
Cuando Cristian llegó a su casa en Veracruz se encerró por una semana y presentó estrés postraumático. Tenía que pedir el favor para que le compraran comida. Allá inició terapia psicológica para combatir los efectos de esa experiencia y la continuó en Colombia. Ahora está en Duitama, con su familia, pero volverá a Manizales para continuar con sus estudios de periodismo en 6º. semestre.
Aprendizajes
Este joven de 19 años, nacido en Bogotá, pero criado en Duitama (Boyacá), aseguró que su máximo aprendizaje fue tener cuidado con los destinos de sus viajes. Mencionó que a pesar de que no le gustan los estereotipos, en México el tema del narcotráfico, la violencia y la negligencia de los funcionarios es notable. Sobre eso, catalogó su visita a ese país como traumática.
*Con información de La Silla Rota
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