LA PATRIA | MANIZALES
Los sueños que tenía José Fernando Marín Galviz, de comprar una casa y sacar a su familia adelante, quedaron sepultados. Dos motorizados, con actitudes muy sospechosas, llegaron el viernes, a las 4:30 de la tarde, a la escombrera de Emas, en el barrio Aranjuez, donde la víctima laboraba como guarda de vigilancia de la empresa Celar.
“Él llegó a hablar con ellos y cuando les dio la espalda, le dispararon. La bala le salió por el corazón”, contó su hermano, Víctor Hugo Marín.
Luego, los delincuentes huyeron y se llevaron $200 mil que tenía, producto del pago de los volqueteros por depositar escombros.
Los empleados de Emas que laboraban allí, lo montaron a un taxi, agonizante. Aunque el vehículo corrió todo lo que pudo para llegar lo más rápido posible al Hospital de Caldas, la gravedad de la herida en el corazón hizo que falleciera antes de ser auxiliado en urgencias.
Mientras a Martha Elena Marín, una de sus 10 hermanas, una cuñada la llamó a contarle la tragedia.
La mala noticia cogió a Víctor Hugo llegando a su casa de trabajar. En ese momento lo llamó llorando, aniquilada por el dolor, una de sus hermanas. De inmediato, descargó su morral y arrancó para el hospital, donde no le quedó más que empezar a gestionar los trámites para su despedida final.
Los bandidos robaron más que dinero, se llevaron la paz de la familia Marín Galvis.
Uno de sus hermanos narró que vivía muy pendiente de todos, era como un padre cuidador que se preocupaba hasta por lo más mínimo de cada uno. “Fue muy colaborador, decente, hogareño y en algunos casos, hasta zanahorio. Tanto así, que una vez lo invité a tomar una cerveza y quedó mareado, porque no consumía licor, no fumaba, era hasta inocente para muchas cosas”, recordó Víctor.
De él solo tienen buenos recuerdos, como cuando se la pasaban jugando pelota en las calles del barrio El Carmen, en sus días de infancia. En sus 49 de años de existencia alcanzó a ser reservista de primera clase. Además, en 1985, este guerrero de la vida, residente en La Asunción, participó como militar en una operación llamada Toma Casa Verde, en la cual sacaron al temido guerrillero alias Tiro Fijo de uno de sus escondites en el Caquetá.
En diciembre de 2013, cuando por fin, tras 7 años de vagancia, fue seleccionado como vigilante de la empresa Celar, donde siempre anheló laborar. Sus días transcurrieron dándole gracias a Dios por permitirle gozar de ese empleo: “Siempre se le vio muy feliz, a pesar de que era un trabajo duro”, rememoró Víctor, quien como sus otros hermanos, lo va a seguir queriendo allá, en la eternidad.
La víctima era bachiller y laboró durante 10 años en el acueducto de La Enea. Luego, fue mensajero por un buen tiempo. Además, era casado. Fruto de esa unión, quedó Sofía María, de 16 años, quien ahora estará vigilada por su esposa, y por su padre, pero desde el cielo, luego de su entierro en el Cementerio Jardines La Esperanza, que se realizó el sábado.
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