LA PATRIA | MANIZALES
Familiares y amigos de Ángel Uriel Bedoya Rojas aseguran que su crimen fue producto de una confusión del sicario. Cuentan los testigos que a las 8:45 de la noche la Bedoya Rojas estaba en la puerta de su casa chateando por su celular con sus familiares. De repente, apareció un sujeto armado que se bajó de una moto RX blanca y azul y le vació el revolver. Mientras el homicida huía, a los dos minutos todo era conmoción y gritos de los vecinos. Los ecos de dolor retumbaron hasta la iglesia de El Guamal, dijeron los residentes.
Cuando un tío de Bedoya Rojas llegó a la escena del crimen, su cuerpo agonizante estaba en el piso, al lado, su celular continuaba prendido. Por eso, el coronel Mario Fernando Guerrero descartó que se tratara de un robo.
Entre el tío y los vecinos cargaron, malherido, a Bedoya Rojas por el estrecho callejón que de su casa conduce a Ruta 30. Al llegar a la vía principal lo montaron en un taxi.
Aunque de ahí al Hospital de Caldas pasaron solo 15 minutos, el recorrido se les hizo eterno. El herido aún daba señas de vida, moviéndo sus ojos, e intentando emitir alguna palabra, mientras el angustiado tío le decía: “aguante, aguante que usted es un berraco”.
Al llegar, por fín, al centro asistencial el pariente de la víctima afanado, sacó a su sobrino como pudo. “Lo entregué y a los dos minutos falleció en la camilla, mientras los médicos lo atendían”, se lamentó el tío. Según las autoridades, su deceso se produjo a las 9:30 de la noche.
El coronel Guerrero Fonseca lamentó este hecho y aseguró que investigan para capturar al responsable y conocer las causas del suceso, que hoy enluta a la familia de la víctima.
Ni paseo, ni taxi
Ángel Uriel Rojas Bedoya, era bachiller y tenía 43 años, laboraba en construcción hace 20 años. Quince días antes de los hechos había culminado su contrato para unas adecuaciones en las que participó como obrero de construcción en la morgue de Manizales, allí también cumplió funciones de electricista.
A ese sitio que le dio para vivir, llegó ayer su cuerpo inerte para recibir los últimos retoques, antes de elevar su alma y convertirse en recuerdo para sus dolientes.
El obrero planeaba viajar a descansar unos días donde tres tías que viven en Bogotá. Luego, regresaría a la capital de Caldas a conducir un taxi, para el cual ya tenía su licencia lista, contaron sus parientes.
“¡Qué injusticia que matarán a ese muchacho. Estamos aterrados! Era un tipo intachable, formal, no se metía con nadie, su vida era de la casa al trabajo”, contó su peluquero. Otros conocidos lo describieron como un ser tímido, introvertido y callado, pero que siempre alegraba el ambiente regalando sonrisas.
Una de sus tres hermanas, acongojada, recordó que siempre las cuidaba en la infancia. “Era muy tierno, siempre nos recalcaba que nos amaba, era el hombre de la casa”.
Ayer, en los alrededores de la casa de la víctima solo se palpaba el profundo dolor por su asesinato, algo que ni su esposa, ni sus seis hijos comprendían, en medio de los abrazos de condolencias que les brindaron amigos y familiares en la Funeraría Jardines la Esperanza, donde le dijeron adiós.
Según la versión de los vecinos, Ángel Uriel Bedoya Rojas recibió siete disparos. El coronel Mario Fernando Guerrero Fonseca, comandante de la Policía Metropolitana de Manizales, dice que pudieron ser tres tiros, por lo menos, eso indicarían los orificios que encontraron en la víctima.
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