LA PATRIA | MANIZALES
"Desde hace dos años, cuando reubicaron a un grupo de familias de La Playita, de Manizales, en el barrio Urapanes, de Villamaría, los robos en ese sector han sido tan cotidianos como comer o lavarse los dientes". Así lo aseguran los habitantes de esta zona del vecino municipio.
Mientras Camilo dormía plácidamente, el pasado sábado en horas del amanecer, los especialistas en llevarse lo ajeno se le volaron con su Chevrolet Vitara, el cual tenía parqueado en la entrada de su vivienda. Apenas lo estaba pagando.
Según los vecinos, del puesto de Susuerte que hay en Urapanes, cada rato se llevan el botín, producto de las ventas del día.
En septiembre del 2014, un taxista de 55 años llegaba por la tarde a su casa con su esposa, de 52 años. Él llevaba el sueldo y ella los medicamentos para tratarse diversas dolencias. A ambos los amedrentaron con puñales y les quitaron todo.
Visitas ingratas
Pero el problema no para allí. Ahora se especializaron también en el robo a viviendas. Usan llaves maestras para forzar las cerraduras de las rejas y las puertas de sus propios vecinos. Aprovechan cuando sus víctimas están laborando y sus viviendas permanecen tan solas, como el mismo barrio en las tardes.
Eso fue lo que le pasó a una habitante de la calle 9A, el miércoles de la semana pasada, cuando a las 6:00 p.m. llegó de su trabajo y notó que faltaban el computador, el televisor, la cámara fotográfica, las joyas y $2 millones.
Respecto a este caso, el comisario Marino Guerrero Hernández, comandante de Policía de Villamaría, indicó que no tenía conocimiento, ya que la víctima no denunció el hurto. Invitó a los afectados por este flagelo a que se acerquen al comando y tomar medidas.
Esa inseguridad ha llevado a que algunas familias desocupen sus viviendas y se desplacen a otros lugares. Según ellos, no existen garantías para permanecer.
De los motivos es que los ladrones, al parecer, serían menores de edad, quienes se mantienen en la esquina de la calle 9 con carrera 2, tirando vicio y armados con cuchillos y machetes, denunciaron los afectados. Por eso, muchas jóvenes residentes deben llamar a sus casas y pedir que las recojan, antes de pasar por ahí.
El comisario explicó que cuando detienen a uno de estos menores en flagrancia se “llama a la Policía de Infancia y Adolescencia, que hacen todo el procedimiento exigido por la ley para trasladarlos a un centro de reclusión de menores infractores”.
El cinismo para asaltar a propios y extraños, en el barrio Urapanes, ya superó los límites de la paciencia, por eso, exigen que la Policía, además de los patrullajes que realiza, ubique agentes permanentes en los lugares oscuros, en las esquinas, donde estos jóvenes suelen intimidar a sus víctimas.
“No sentimos la presencia de los cuadrantes de la Policía, eso lo vemos como algo lejano, los necesitamos aquí”, manifestó una afectada.
Responde la Policía
Según el comisario Guerrero Hernández, desde enero hasta hoy se hahecho un trabajo constante de requisas y revisión de antecedentes penales. “No hemos dejado este ejercicio. Desde las 3:00 p.m. hasta las 11:00 p.m. se envían cinco motos con 10 uniformados”, aseguró.
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