LA PATRIA | MANIZALES
Han pasado 20 días desde que Consuelo le dio cristiana sepultura a su único hijo, Víctor Hernán López Villegas, de 44 años. Sin embargo, los ojos se le encharcan cada vez que recuerda las palabras que le dijo una señora del sector de Tovar en Valencia (Venezuela), donde él trabajaba: "Lo que más me duele es que mataron al niño que siempre me daba almuerzo".
Al manizaleño, que se crió en el barrio Villa Carmenza, lo hirieron de bala en el pecho después de salir de su negocio en esa ciudad del vecino país. Murió 12 días después en un hospital de Valencia, al parecer, por una bacteria que adquirió en el hospital.
Su madre indicó que la única versión que conoce es que cerró su negocio de mercancía de gorras y gafas, que había abierto hace poco tiempo, y un amigo lo invitó a un establecimiento a tomarse unas cervezas. "Llegó un tipo disparando. Me dicen que ahí murieron por lo menos cinco personas. Mi hijo quedó herido y a su acompañante no le pasó nada. Creo que estaba en el lugar y momentos equivocados".
López Villegas llevaba cuatro años en el vecino país. Era reconocido en Villa Carmenza por su negocio de venta de empanadas cerca a la iglesia. Un día decidió buscar más oportunidades y se fue para Valencia, pues un amigo lo
convenció, ya que le iba bien por allá. El manizaleño estaba pensionado por invalidez desde hace 15 años por un accidente. Tiene una hija de 21 años, que a los 12 se fue a Estados Unidos con la mamá.
"Vivíamos los dos solos en la casa. Trabajábamos y a veces aportaba con lo de la pensión, aunque le gustaba el traguito.
Era muy amable, atento y extrovertido. Tenía muchos amigos", dijo la mamá.
Consuelo no alcanzó a conocer el local comercial de su hijo. Cuando fue, apenas estaba en los trámites del terreno. Ahora tuvo que volver después de lo que le pasó. Siempre que ella iba al hospital le pedía la bendición y rogaba porque lo operaran pronto, pues quería salir ligero. La bala le perforó el pulmón y le afectó un brazo.
"Me quedé asustada con la despedida que le hicieron. Cerraron los negocios, bloquearon una calle, la llenaron de flores y llevaron mariachis. Muchos lloraron. Eso dice mucho de la persona que era mi hijo. En Manizales también fue muy triste la despedida".
Una vez le dijeron que debía amputarle la mano, no lo permitió y siguió la vida sin problemas, así le doliese mucho.
El mal que lo aquejaba no lo dejaba dormir bien. Por eso le decía a su mamá que la mejor manera de descansar era emborracharse, así al otro día el dolor del brazo fuese insoportable.
Consuelo aprovechó ayer para esculcar los viejos álbumes fotográficos y rememorar a su hijo, a quien siempre llevará en el corazón.
Desde los 7 años de edad, Víctor Hernán no sabía de su padre, Hernán López, quien el día de la muerte llamó para decir que quería comunicarse con el fallecido, pero ya fue demasiado tarde.
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