DIEGO FERNANDO HIDALGO
LA PATRIA | MANIZALES
Sus ojos se iluminan, exhibe esa gran sonrisa que caracteriza a las mujeres chocoanas y señala: el mejor regalo al salir de la cárcel es que mis hijos me dijeron mamá.
La historia de Mariluz Beltrán Gómez, exintegrante del extinto frente Aurelio Rodríguez de las Farc, sería una más de las cientos que se oyen y leen por el actual proceso de paz, pero la de ella tiene tintes especiales: ingresó al grupo armado a los 12 años, tuvo tres hijos, de los que se debió separar durante su estadía en el grupo armado; se enteró esta semana de que ya es abuela y hoy se reencontrará con sus herederos, fuera del país. Una verdadera historia de perdón y reconciliación.
Del frío a la alegría
Mariluz abandonó la semana pasada la cárcel Villa Josefina, de Manizales, donde estuvo durante cuatro años y dos meses, tras su captura en Riosucio. Le costó montarse en un vehículo para llegar a la cita con este medio, a las 10:00 de la mañana del miércoles, en el Monumento a los Colonizadores, donde el frío y la neblina eran los reyes.
"La primera vez que me subí en un carro fue cuando me detuvieron en San Lorenzo (Riosucio). No se me borra esa imagen", indicó, mientras observaba asombrada las esculturas en homenaje a la colonización antioqueña.
No solo eso le sorprendió. Creía que Manizales era no más la parroquia del padre Juan Carlos, su orientador religioso en el centro carcelario. El lunes la llevaron a un supermercado y miraba asustada cómo sus dos acompañantes tomaron un carrito e introdujeron en él diferentes productos.
"¿Es que pueden coger las cosas sin permiso?", preguntó. "En mi pueblo, mi mamá me daba un papelito con una lista y el señor de la tienda me entregaba el encargo en una bolsa", anotó.
Regreso
Mariluz nació hace 34 años en Acandí (Chocó), en una familia integrada por cinco personas. "Me encantaba bailar champeta (risas). Ese era mi juego favorito de la niñez", recordó, mientras se limpiaba la parte trasera izquierda de su pantalón blanco, que se ensució cuando se recostó a un muro.
Desde muy niña le gustaron las armas y el camuflado, un paisaje muy común en su región. Tenía 12 años. "La verdad, me metí a la guerrilla por mi propia voluntad. Mi familia me buscaba, preocupada, pues no quería ese camino para esta niña. Al principio me pareció todo bien, pero con el paso del tiempo, cuando tocaba montar guardia, me asustaba la oscuridad. Me entregaron un arma para que me defendiera. Estuve 18 años en las Farc".
Tras una pausa, pero siempre con su sonrisa, Mariluz rememoró instantes difíciles de su paso por el grupo ilegal. "Dejar a mis hijos: una niña y unos gemelos, y quedarme sola", respondió sin pensarlo dos veces.
De la felicidad de saber que sería mamá pasó a la tristeza de tener que alejarse de ellos. La primera fue la niña, a los 3 años de nacida. Hoy tiene 19. Se la entregó a la familia del papá, quien desertó de la guerrilla. Luego, su mamá se encargó recibirle a los gemelos. Por esos días había fuertes combates y temía perderlos. "Fue triste dejarlos. No sabía si volvería a verlos. Había elegido un destino incierto. Pensé en desertar, pero era buscar la muerte. Añoraba estar libre, volver con mi familia", añadió. Cuando iba a combates le pedía a Dios que la acompañara. Una vez la hirieron en el dedo izquierdo, pensó que perdería su mano, pero la salvó. Le tocó ver cómo ajusticiaron a un compañero que intentó escapar.
La captura
En el 2012 la enviaron, junto a otros tres guerrilleros, a hacer presencia en Riosucio. Uno de ellos, menor de edad, se aburrió, se entregó al Ejército, y los echó al agua al año siguiente.
"Nos detuvieron y nos montaron a un campero. Desde ese día le cogí fobia a los carros. No sabía qué se me vendría. Estaba más lejana la posibilidad de volver a ver a mis hijos".
Llegar a la cárcel de mujeres la tenía preocupada. Los comentarios que escuchaba de cómo era la estadía en ese lugar le daban a entender que era peor que en el monte.
"Y no fue así. Las que llegamos allá somos valientes. Aprendí a leer, me puse juiciosa a estudiar y comencé desde primero. Me daba pena estar tan vieja, pero pensé que nunca es tarde. Ganaba y ganaba las materias. Tuve conducta ejemplar y me dejaron trabajar en el rancho, como reemplazo, y luego me metí a un curso con 50 máquinas planas. La directora me ayudó mucho y me daba oportunidades".
Las ganas de ver pronto a su familia la alentaban. De lo que le pagaban por su trabajo alcanzó a ahorrar $3 millones: $1 millón que le envió a su mamá y los otros dos los guardó para el día que pudiese viajar a ver a sus hijos, que hoy viven en el extranjero.
"Mijos, espérenme"
"Feliz, sabía que saldría a recuperar a mi familia", fue su reacción cuando supo que sería libre. "Me voy, me voy, quiero ver esa calle, comenzar de cero", gritó. Cuando le dieron la boleta de libertad corrió a contarles a sus compañeros, pero cumplió su jornada en el rancho o caspete. "Ante todo la responsabilidad".
La semana pasada, luego de su salida, Mariluz les dijo a sus hijos, en videollamadas, que la esperen, que añora que estén juntos para recuperar el tiempo perdido.
"Me respondieron: mami, la queremos mucho. Nunca pensé que me iban a decir mamá. Qué alegre me siento porque se pelean por tenerme en sus casas. La niña ya es casada y me enteré de que soy abuela de una linda bebé de tres meses. Me iban a dar pescado guisado, pero cuando supe esa noticia, no quise comer, corrí a ver a mi nieta, que la conocí por esos aparatos (celulares). Deseo tenerla ya de frente, abrazarla, que alegría tener una gorda tan hermosa (risas)".
Durante su estadía en la cárcel, Mariluz elaboró un mapa de sueños. Hoy sonríe porque se ha ido cumpliendo.
Lo encabezaba Dios, que nunca la ha abandonado. Luego, un avión, el que finalmente la llevó este fin de semana a verse con sus hijos.
"Ja, ja, ja. Dibujé a un bebé. Y vea, dizque abuela ya. Veo que el mapa de los sueños se me hace realidad. Falta convertirme en una gran enfermera. Terminaré el estudio para ponerme en esas".
La entrevista terminó. La morena no dejó de sonreír, tomó con la mano izquierda su cadena, que tenía un corazón con los colores de la bandera de Colombia.
De nuevo se sacudió la parte trasera izquierda de su pantalón blanco manchado, pero el sucio no salió. Sin embargo, su vida sí está limpia, pues borró, con el perdón y la reconciliación con sus hijos, la mancha que creía tener.
*Ver video en www.lapatria.com
Se detuvo el tiempo
A Mariluz se le detuvo el tiempo. Siempre pensó que sus hijos no crecieron. Por eso, en la cárcel siguió elaborando ropa para para bebé. Cuando tuvo la posibilidad de mandársela a sus hijos ellos les respondieron: ya no tenemos cinco años. Ya estamos grandes.
La captura
El 18 de enero del 2013 capturaron a Mariluz y a sus compañeros. Ese día, el Ejército indicó que provenían de Tadó (Chocó) para explorar el terreno en Riosucio. El objetivo era instalarse de nuevo en Caldas. Les incautaron dos revólveres calibre 38 y una pistola 9 milímetros.
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