LA PATRIA | MANIZALES
Buscaban un cuerpo y hallaron otro. La familia de Cristian Camilo Cataño Mejía se metió a zona boscosa de la vereda Bajo Chuscal, de Chinchiná, el 28 de febrero del año pasado, para tratar de dar con el paradero de su ser querido. Sin embargo, beneficiaron a otras personas, que desconocían la suerte de un allegado desde agosto del 2019.
A su paso por la maleza hallaron un cráneo, huesos y algunas partes dentro de una cañada. Además, un pantalón y unas botas. Llamaron a las autoridades, que se llevaron la osamenta para saber de quién se trataba.
11 meses después se conoció que esos restos pertenecían a Jhónatan Fernando Loaiza Ríos, de 29 años, natural de Valparaíso (Antioquia). Su familia pudo darle cristiana sepultura el pasado viernes y descansar de este largo karma.
José Bermúdez, cuñado del occiso, resaltó desde Marsella (Risaralda), donde vive, todo el apoyo que recibió de Nicolás en Medicina Legal Chinchiná, CTI, Sijín y LA PATRIA, lo que les permite darle fin a esta pesadilla de 17 meses.
Recordó que Jhónatan Fernando trabajaba en lo que fuera, especialmente cogiendo café.
“La inspección técnica la hizo la Sijín. Nos enteramos por el periódico de ese hallazgo. Es algo de resaltar porque encontrar a un desaparecido en este país es difícil. Pudimos obtener el cotejo de ADN, que lo hicieron en diciembre. A mediados de enero le confirmaron a mi suegra que sí era su hijo y la semana pasada nos entregaron el cofre con los restos. El trabajo que hacen como medio de comunicación le trajo tranquilidad a mi familia. Nos guiamos por lo que ustedes iban sacando”, anotó.
El dictamen de Medicina Legal expresó que se trataba de una muerte violenta, con arma de fuego.
José manifestó que se encontró a su cuñado, una vez, en El Trébol. Creyeron que andaba por ahí de finca en finca, trabajando. “No fue a Marsella porque no conocía mi finca. Quizá perdió el número de los papás”.
Denunciaron la desaparición en la Fiscalía de Chinchiná y regaron volantes con la imagen y descripción del hombre. El CTI se entrevistó con una muchacha que andaba con el desaparecido y les contó a las investigadores que la última vez que lo vio iba para el Chuscal y qué tipo de ropa portaba. Se presume que fue el 4 de enero del 2020 y que iba a trabajar. Medicina Legal certificó esa fecha como la de su deceso. Otro dato clave para la investigación fue saber que tenía osteosíntesis en ambas manos, practicadas en el Hospital San Marcos.
Hoy los Loaiza Ríos respiran tranquilidad por, al menos, poder enterrar a su hijo. Ahora esperan justicia y que se determine quién acabó con la vida de este joven rebuscador y trabajador.
En julio del 2018, en esa misma vereda, encontraron el cuerpo de Mónica Yeraldine Pinillo Quintero, de 26 años. La ahorcaron. Estuvo desaparecida 10 días.
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