LA PATRIA | MANIZALES
"Cuando mataron a mi yerno nos dijeron que ese era apenas el principio. Hoy lo comprobamos y esta pesadilla no culmina". Las palabras son de la familia del soldado profesional Hermes Prada Tique, de 26 años, asesinado el 12 de enero del 2008 en Pueblo Nuevo (Pensilvania), por guerrilleros del frente 47 de las Farc, al mando de José Oveimar Cifuentes Pérez, alias Oveimar.
Este último fue recapturado esta semana por el Grupo Antiterrorista de la Sijín Caldas, en coordinación con la Fiscalía Primera Especializada. Oveimar tiene una condena de 37 años y 5 meses de prisión por homicidio agravado, terrorismo y rebelión. Pese a la desarticulación del frente 47 de las Farc, el subversivo seguía delinquiendo, esta vez en el frente 9, como comandante de milicias de las veredas Puente Linda y La Iguana, de Puerto Venus (Antioquia).
La pesadilla para esta familia empezó a las 6:30 de la tarde de ese 12 de enero. Tres hombres armados y vestidos de civil llegaron hasta la finca Casa Grande, de la vereda Junín, propiedad del corregidor de Pueblo Nuevo, y mataron al soldado del Batallón Quimbaya, que visitaba a su novia embarazada y a su suegra. Y es pesadilla, porque Oveimar, el Pollo y el Negro no solo asesinaron a Prada Tique, sino que le prendieron fuego a la casa y, en su huida, minaron la zona para que el Ejército no los persiguiera. El corregidor salió ileso, pues alcanzó a escapar.
"Esa gente venía molestando desde antes de ese ataque. Querían llevarse a mi hija (la esposa del soldado) y la amenazaron en varios ocasiones. A un hijo mayor le tocó marcharse para Bogotá. Llevaba 17 años viviendo en esa finca", recordó la suegra del uniformado asesinado.
Añadió que ese día estaba de permiso y viajó tranquila porque antes preguntó si la situación estaba calmada por la vereda. Solo la familia sabía que iba. Sin embargo, a la media hora llegaron los guerrilleros, entraron, lo aporrearon y lo mataron. "También iban por el corregidor. Él estaba amenazado desde hace tiempo, pero no nos había dicho para no preocuparnos. Nos tocó salir de la vereda".
No solo debió enfrentarse a andar a la deriva con cinco niños y una madre soltera, sino que perdió a otros dos hijos, según ella, a manos de los subversivos. Además, a los dos años, en Manizales, la novia del soldado fue aporreada, al parecer, también por orden de los guerrilleros, buscando que no declararan en su contra. "Cómo iba a decir que no eran ellos, si los tuve de frente y los reconocí".
Las nuevas víctimas en esta familia fueron Eduar Alberto Díaz, de 19 años, y Jhonatan Díaz, de 17. Al primero lo asesinaron en el 2009 de una puñalada, en Pensilvania. "Fue la misma gente que tuvo que ver con la muerte del yerno. No lo hicieron a bala, para no levantar sospechas. Ese día se salvó Jhonatan, porque corrió, pero le gritaron que volverían por él. Lo mataron en el 2012, en Guacarí (Valle). No sabía dónde meterse".
La señora indicó que no han podido descansar. Rotan por todos lados, tienen protección y viven en una casa estrechita, de dos piecitas. Han pensado en volver a Pensilvania, pero les da miedo. Allí tienen una vivienda que les dieron, pero les aportaron $10 millones, de los $15 millones que cuesta. Deben el resto, no pueden habitarla y así, como aseguró la señora, es como sino tuvieran nada.
Donde están ahora viven intranquilos, pues habita mucha gente del oriente y sienten temor, más con la recaptura de Oveimar.
"Lo dejaron libre porque, ante tanta amenazas, nos tocó cambiar la declaración. En una audiencia, el abogado de él dijo que cómo sabíamos que nos amenazaba. Pues una señora llamaba y decía que no lo hundiera, que un error lo cometía cualquiera, que eso de la minada fue de desespero. Si no era él, entonces ¿por qué la señora que llamó sabía tantos detalles de lo ocurrido?".
La situación de esta familia se agrava cada día más. No tienen trabajo y una de las niñas, de 6 años, está muy enferma y deben cuidarla todo el día. Con la poca ayuda que reciben, aseguran, pagan dónde vivir y les toca costear los gastos médicos. "A veces no hay ni con qué viajar a la ciudad".
Lo que más les duele es que muchas personas se aprovecharon de la situación de ese día para presentarse como víctimas y, ahora, hay gente que, sin ser afectada, recibe más apoyo que ellos, que sí vivieron en carne propia los horrores de la guerra.
Su consuelo es que ahora que volvieron a coger a Oveimar, cesen las amenazadas y que este sea el fin de una pesadilla que ya va para siete años.
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